2. Pitufa

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Amelia entró en aquel local que hacía tantos años no pisaba. Era de los sitios más habituales a los que iba cuando vivía en aquel barrio. En cuanto cumplió los dieciocho años, consiguió que la contrataran como camarera en aquel lugar, y aunque no era el trabajo de sus sueños, era más que suficiente para poder salir de su casa aunque fuera por unas horas, además de con la ventaja de que su mejor amiga también trabajaba ahí. Entró en el local sabiendo que tendría que ser el mejor pub de todo Madrid. Y no porque fuera famoso o porque se lo hubiesen recomendado, sino porque ahora la dueña del lugar era María Gómez.

Entró por las puertas del King's y se quedó sin aire, no era para nada como lo recordaba. María había sabido sacarle el mayor partido posible. En cuanto bajabas por las escaleras que daba la entrada del local, te encontrabas con espacio amplísimo que Amelia se imaginó que se convertiría en una pista de baile cuando llegaba la noche. Justo al lado de las escaleras, un escenario donde había instrumentos que sería de los músicos que tocaban en directo. En un lateral del local, había una pequeña tarima donde había mesas separadas con un cordón que indicaba que era la zona de los reservados, y al otro lado del local, una barra enorme donde había un camarero.

Se dirigió hacia él arrastrando una enorme maleta roja esperando a que pudiera ayudarla.

- Perdona – le dijo Amelia haciendo que aquel chico que sobresaltara al no haberla visto llegar. – Estoy buscando a María, ¿sabes donde puedo encontrarla?

- Amelia Ledesma.

Pero no lo dijo él, aquella frase salió de una voz a sus espaldas que conocía perfectamente. Sonrió y cuando se giró, la vio.

- María Gómez.

La estudió un momento, estaba espectacular. Estaba mucho más alta y guapa de lo que la recordaba con aquella melena morena ondulada, pero, lo que más le importó a Amelia, se le veía sana y feliz. María extendió sus brazos y ella no pudo hacer más que soltar su maleta y lanzarse a ellos. Ambas apretaron su abrazo después de llevar seis años sin hacerlo. Seis años, que se dicen rápido, pero seis años sin ver ni abrazar a tu mejor amiga, es una eternidad.

Para Amelia, María lo había sido todo durante mucho tiempo. Los Gómez habían sido su salvavidas en aquel infierno que era su vida y nunca habría nada que pudiese agradecer todo el amor que recibió de aquella familia. Se separó un poco de ella, lo suficiente para poder mirarla a la cara, aún sin salir de sus brazos, y vio como María tenía la sonrisa más grande y los ojos muy acuosos.

- María no llores, que voy detrás. – dijo ella también evidentemente emocionada.

- No, no. Perdón – y ambas rieron. – Anda, acompáñame. – dijo mientras cogía la maleta de su amiga y se dirigía hacia su despacho para que tuvieran algo de privacidad.

Llegaron a aquella habitación y Amelia se quedó embobada admirándolo el tamaño del despacho. Tanto aquel sitio como el pub en si emanaba la personalidad de su amiga y ella estaba realmente orgullosa de lo que había conseguido. No sabía exactamente cuanto le habría costado llegar hasta allí porque perdieron el contacto el mismo día que se vieron por última vez, pero conociendo la cabezonería de los Gómez, ella sabía que María habría conseguido todo lo que se propusiera.

- Madre mía, María... este sitio es increíble.

Mientras Amelia seguía observando todo lo que había en aquella sala, María se permitió unos segundos para observarla bien. Estaba guapísima, bueno, Amelia siempre había sido guapísima, pero su aspecto no siempre fue el mejor, y no por su culpa. Sin embargo, ahora estaba espléndida, con sus rizos algo más largos, sus ojos miel con más luz, y con la misma sonrisa de siempre, porque esa era Amelia, por muy mal que lo pasara siempre llevaba una sonrisa por bandera.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora