43. Derribando barreras

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Ese día fue cansado, pero por fin, era algo más libre. El día anterior terminó su contrato en el King's y nunca estuvo tan contenta de terminar un trabajo. Adoraba a su hermana y guardaba muchísimos recuerdos especiales de aquel lugar, pero también estaba preparada para crearlos fuera de aquella barra. Así que, ese día, estaba cansada y podría volver pronto a casa a descansar en los brazos de la chica más guapa del mundo.

Sin embargo, cuando abrió la puerta del apartamento, no se encontró a Amelia en el sofá viendo la televisión o leyendo como de costumbre, sino que todo el lugar estaba a oscuras, exceptuando una pequeña luz que se escapaba del baño y que se veía al fondo del pasillo. Conforme Luisita se acercaba para allá con curiosidad, el volumen de la música fue ascendiendo hasta identificar que era "Ojos color sol" de Calle 13, y en cuanto cruzó el umbral del baño, su corazón dio un vuelco. El lugar estaba únicamente alumbrado por velas que estaba por todas partes y la bañera estaba llena y con espuma que aparentaba ser causa de sales de baño. Parecía que Amelia se había preparado un baño de desconexión total.

– Hola, guapa. – escuchó una suave voz a sus espaldas a la vez que unos brazos la rodeaban por detrás y recibía un beso en la mejilla.

Cada vez que Amelia la llamaba así un cosquilleo le recorría el cuerpo. Luisita apretó sus brazos que la rodeaban como si necesitara confirmar que aquella sensación no eran imaginaciones suyas, porque aún le parecía increíble que fuera su novia. La rubia se giró sobre sí misma y Amelia le retiró los brazos para que tuviera más libertad de movimiento, y en cuanto se alejó un poco, Luisita pudo ver cómo la morena estaba únicamente en una bata rosa con un moño mal hecho. Pero es que, aun así, estaba espectacular.

– Vaya planazo te has montado, ¿no?

Amelia negó con una sonrisa para el desconcierto de la rubia.

– No lo he hecho para mí, sino para ti.

– ¿Y eso? – preguntó con el ceño fruncido.

No recordaba que aquel día fuera alguna fecha especial que rememorar, de hecho, apenas llevaban suficiente tiempo juntas como para que ya tuvieran aniversarios de cualquier tipo, y a Amelia le estaba haciendo demasiada gracia la manera en la que parecía que Luisita intentaba buscar cualquier pista de que le dijera a qué se debía aquel detalle. Se acercó a ella hasta rodearla con los brazos y le dio un beso antes de contestar.

– Te podría decir que tengo mil motivos, como que te lo mereces después de estar el día entero en la asociación, o porque te mereces que alguien haga cosas por ti por una vez, o para celebrar que por fin, después de estar deseándolo tantos años en silencio, somos novias, o porque bueno, me gusta verte desnuda. Pero no. No tengo motivos. Lo he hecho porque he querido y ya está.

Y en cuanto lo dijo, Amelia pudo ver cómo los ojos de la rubia se iluminaron. Absolutamente nadie en su vida había hecho algo así por ella. Aquel detallazo había hecho que su corazón latiera con tanta fuerza que quisiera salir de su pecho. Con Amelia, Luisita había descubierto que el amor romántico idealizado con el que soñaba de adolescente no eran grandes planes, flores y bombones, era simplemente una mano sujetándote cuando más lo necesitabas, un abrazo en el momento oportuno, un beso que hiciera que todo temblara. Era llenar una bañera de agua caliente, encender un par de velas y poner algo de música ambiente por el simple hecho de hacer saber a la otra persona que piensas en ella, que la cuidas.

– Gracias. – susurró emocionada, juntando sus labios.

Cuando se separaron, Luisita volvió a echar un vistazo a la decoración del lugar, y se dio cuenta por primera vez de algo que le tendría que haber llamado la atención nada más entrar.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora