3. Princesas y guerreras

4.1K 398 157
                                    

A pesar de haber caminado sin rumbo fijo, había acabado en aquel parque al que tanto recurría cuando necesitaba pensar, al Jardín de las Vistillas. Llevaba una hora dando vueltas por Madrid y aún no se creía lo que había vivido.

Amelia había vuelto.

No sabía porqué había vuelto y, aunque ella misma se autoconvencía de que no le importaba, no podía dejar de pensar en cuál sería el motivo de la vuelta y, sobre todo, por cuánto tiempo estaría por ahí. Tampoco podía dejar de pensar la actitud de la ojimiel, ¿por qué le habría hablado así, tan normal? ¿Por qué habría actuado como siempre? Como si... como si no hubiera pasado nada. A lo mejor es que quería olvidarlo, a lo mejor quería hacer como si nada, ¿Sería eso? Desde luego, sin saber nada de ella desde hacía seis años, todo indicaba que era así. No sabía que había sido de ella durante todo este tiempo, pero era Amelia la que había desaparecido, así que, si hubiese querido mantener el contacto, había estado en manos de la morena.

Inmersa en sus temores, su móvil sonó indicando que había una llamada entrante. Miró la pantalla y vio la persona que llamaba junto a la foto de ella junto a su novia. No podía cogerla ahora mismo, porque Bea sabría que le pasaba algo. Bueno en realidad, aunque no le pasara nada, Bea siempre sospechaba de que le pasaba algo, así que era mejor no coger la llamada, aun sabiendo que eso le costará caro más tarde. Ya la llamaría después para ir juntas a comer a casa de sus padres. La comida de los domingos de los Gómez era sagrada y no había absolutamente ninguna excusa que te permitiera faltar, y Bea llevaba yendo semanalmente desde hacía apenas un año. En realidad, llevaban juntas desde hacía ya casi dos años, y aunque su relación hubiese estado muy consolidada desde el primer momento, Bea tardó en querer integrarse en los Gómez.

Luisita aún notaba que no era totalmente parte de esa familia y empezaba a temer que nunca lo fuera. No era idiota, sabía que sus padres eran los mejores disimulando, pero se daba cuenta de cómo que la miraban y trataban tanto María como su abuelo. Pelayo... con lo mucho que la había apoyado siempre su abuelo, nunca pensó que le caería tan mal la persona a la que ella quería. Y en cuanto a su hermana... sabía que Bea tampoco le ponía las cosas fáciles y sabía que María había dado mucho su brazo a torcer por ella incluso más de lo que se imaginaba, porque si no, quizás su relación hubiera acabado tal y como acabó su amistad con Marina. En realidad, no le importaba que su hermana hiciera algún comentario que otro, porque ella y Bea se querían y le daba igual lo que los demás opinaran, aunque supiera que nunca sería una Gómez más. No como lo fue Amelia.

Joder, otra vez ella. No quería pensar en ella, pero sabía que a pesar de haber sido como una hija más en su casa, sabía que su familia tampoco había sabido nada de la ojimiel en todos estos años, porque no había escuchado su nombre en años, ni si quiera por parte de su hermana. No sabía si volvería a verla o no, pero lo que tenía que pensar era en como actuar. Si Amelia quería hacer como si nada, ¿podría hacerlo ella también? ¿Podría fingir delante de ella, delante de todos, que aquella última noche en la que se vieron hacía ya seis años, su corazón no se rompió en mil pedazos? No. Claro que no podía fingir, y le daba igual que Amelia hubiera seguido con su vida, porque ella seguiría odiándola.

Decidió que ya era de volver e ir al piso de su novia antes de ir a comer con su familia. No quería pensar más en aquella morena, ni en todas aquellas veces que la había hecho sentir especial sin tan si quiera saberlo, ni en como solo con mirarla ya la hacía sentir mejor persona, ni en la de veces en las que había deseado que todo fuera diferente, que Amelia se fijara en ella, que le diera una oportunidad, ni si quiera quería pensar en la infinidad de veces que había mirado aquellos labios queriendo unirlos con los suyos. No quería pensar en ello porque con el tiempo había aprendido que la nostalgia era uno de esos sentimientos que se apodera de ti sin poder hacer nada al respecto, que ataca cuando menos lo esperas. Puede que al ver una foto de esa persona, o al mirar el calendario y saber que ese día era su cumpleaños, o incluso si sólo tu mente ha decidido recordarte sin venir a cuento, el sonido de su risa. Desde luego, la nostalgia es una enfermedad que tiene muchas causas y en muchos casos incurable, pudiendo ser incluso mortal, ya que los recuerdos también matan. Y en su caso en particular, Luisita temía que esa enfermedad se extendiera por todo su cuerpo, llegando a un estado terminal, donde su única cura sería volver a caer, volver a enamorarse.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora