52. Gracias

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Luisita llevaba ya un rato sentada en una de las mesas de la terraza del Asturiano anotando en su libreta todo lo que le pasaba por la cabeza. Ya se había acostumbrado a hacerlo, de hecho, lo hacía muy a menudo, y es por eso por lo que aquel libro que tenía como proyecto estaba bastante avanzado. Al principio intentó establecerse un horario y sentarse frente al ordenador a escribir, pero pronto se dio cuenta de que ella no funcionaba así, ella era más de expulsar lo que le pasaba por la cabeza en el momento, así que era mejor tener una libreta siempre a mano y ya después construir todas sus ideas al pasarlo a limpio.

– Charrita, ¿qué te pongo?

Levantó la cabeza para ver a su abuelo con los brazos cruzados y su habitual sonrisa.

– Por ahora nada, aún estoy esperando.

– Ya... ¿y no estarás esperando a cierta morena con la que vives que hace que se te ilumine la mirada? – preguntó Pelayo alzando las cejas aumentando su sonrisa.

– Más o menos. Estoy esperando a una morena con la que vivo, pero no, no es la que me ilumina la mirada, es la que me la irrita. – respondió poniendo una mueca haciendo reír a su abuelo. – He quedado con María, quería hablar con ella de algo desde hace días y al parecer sólo lo he conseguido chantajeándola con churros del Asturiano.

– ¿Y eso? ¿Con el tiempo que pasáis juntas en casa?

– Si esta mujer últimamente no pisa la casa...

Calló al darse cuenta de que acababa de delatar a su hermana y su abuelo se había dado cuenta del significado de sus palabras

– Vaya, parece que nuestra María ha encontrado el amor.

Pelayo tenía los ojos iluminados y para Luisita, fue imposible mentirle.

– Eso parece. – dijo mordiéndose la sonrisa.

– ¿Y se puede saber quién ha sido el afortunado?

Luisita se dio cuenta de que la ilusión de Pelayo se había tornado a preocupación, ¿y quién podría culparlo? Ese hombre había visto cómo una de sus nietas había sido consumida por una relación toxica, nadie podría reprocharle que temiera por su otra nieta, sobre todo sabiendo que María no tenía ninguna experiencia en relaciones.

– Lo siento abuelo, no puedo decir nada. Sólo diré que es alguien a quien usted conoce y le cae muy bien.

Su sonrisa pareció volver a su cara y Luisita suspiró aliviada, porque el último que se merecía sufrir por ellas era él.

– Vaya, entonces me quedo más tranquilo.

– Hola abuelo.

María apareció por su espalda dejándole un beso en la mejilla que terminó de calmarlo.

– Buenas charrita, ya era hora, que tu hermana lleva aquí esperándote un rato.

María miró a Luisita y la rubia pudo ver algo de duda en su mirada.

– Ya, es que se me ha hecho tarde. Perdona, Luisi.

– No te preocupes, he estado entretenida. – le dijo con una sonrisa levantando su libreta.

– Dadme unos segundos y os traigo unos churros que acaban de salir con un café calentito para cada una.

Y no les dio tiempo de responder, porque Pelayo ya había entrado a traerles a sus nietas la merienda tal y cómo sabía que les gustaba. Luisita aprovechó para sacar su móvil y anunciarle a Amelia que ya había llegado María, que no estaría pendiente al móvil, y que si quería, podía unirse a ellas en cuanto saliera del teatro. Sin embargo, María simplemente se quedó callada mirando a cualquier parte, algo nerviosa. No sabía de lo que quería hablar su hermana pero se podía hacer una idea, ya que, desde que descubrió lo suyo con Marina, no habían vuelto a hablar del tema, y María sentía que Luisita sólo estaba alargando aquella conversación, porque era obvio que tarde o temprano llegaría.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora