30. Mi Luisi

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Los días habían pasado y era miércoles y, sin embargo, no había encontrado ni un solo hueco para transmitirle a Amelia los agradecimientos. En realidad, casi no había visto a lo ojimiel en casa. Sabía que el tiempo que le sobraba de los cansados horarios del teatro, lo estaba invirtiendo en la librería.

Amelia era una persona muy apasionada, ponía el alma en todo lo que hacía, por eso, Luisita supo que sería la mejor socia que podría encontrar, pero también, la rubia sabía que aquella dedicación por arrancar con buen pie el nuevo negocio se debía a lo mucho que quería Amelia demostrar que podía hacerlo a pesar de no tener ni estudios ni experiencia. Amelia se había pasado toda su vida esforzándose lo máximo para no decepcionar a nadie porque, en su opinión, su padre ya se había encargado lo suficiente en defraudar en nombre de los Ledesma, pero lo que no sabía la ojimiel es que nunca podría decepcionar a un Gómez, y mucho menos a su pitufa.

Luisita llegó a la puerta de su apartamento y, antes de abrir la puerta, ya sabía a quienes encontraría ahí, porque sus voces se escapaban de entre aquellas paredes. Y ahí estaban, María y Amelia hablando alegremente en el sofá. Ni siquiera se dio cuenta de en qué día vivía hasta que no vio a su hermana, porque, a juzgar por la hora, María ya debería estar en el King's para el turno de noche, pero como cada miércoles, le tocaba su merecido descanso.

Luisita se había dado cuenta de que en su noche libre, su hermana había empezado aprovecharla para cenar con su mejor amiga, como si aquello ahora fuera una especie de nueva tradición. Se alegraba por ellas, porque era más que obvio que las dos habían extrañado esa amistad, y ahora se había dado cuenta de que las cosas empezaban a encajar, y no solo para ella. La vuelta de Amelia había ayudado mucho más de lo que ella misma era consciente.

Al ver a las dos amigas ahí, también le hacía darse cuenta de lo mucho que extrañaba los planes así con su mejor amiga. Desde su reconciliación con Marina se sentía mucho mejor, pero también era consciente de que las cosas no volvían a ser exactamente como antes, y no por culpa de su amiga. Marina sabía que Luisita necesitaba su espacio para su proceso de recuperación, pero le dejó claro que, aunque no estuviera encima suya constantemente preguntándole cómo estaba, no quería decir que no estaría ahí para lo que la rubia necesitara. Sabía que estaba en sus manos recuperar su normal relación con su mejor amiga, y se ya sentía preparada para restablecer cómo era su vida antes de Bea.

- Buenas. – dijo cerrando la puerta de la calle tras de sí.

- Buenas hermanita, estaba apunto de llamar para pedir algo de cenar, ¿quieres unirte?

Luisita dejó el bolso en el perchero de la entrada y miró a las morenas que estaban algo expectantes esperando una respuesta.

- Emm, si, claro.

Las dos amigas se sorprendieron y se dieron una breve mirada cómplice. Iba a ser la primera vez desde que Amelia se había mudado que las tres se sentarían juntas en la mesa para compartir una comida, y no solo eso, además, esa comida sería para cenar. María sabía que hacía mucho tiempo que su hermana se saltaba las cenas en un intento de hacer una dieta, y a Amelia tampoco le costó mucho darse cuenta de aquello, sabiendo que su motivo podría estar relacionado con adelgazar. Así que ahí estaba Luisita, dando más pasos, sin ser muy consciente de lo mucho que iba avanzando incluso sin intentarlo.

- Vale, voy a llamar a la hamburguesería nueva que han abierto cerca del King's. Toma. – le dijo tendiéndole un pequeño folleto. – Mira qué quieres de la carta y llamo ya, que luego tardan un montón en venir.

- No te preocupes, Mary, pídeme cualquiera y ya está. Voy a ponerme cómoda y ahora vengo.

Su hermana asintió dándose cuenta de todo el cansancio que arrastraba de todo el día. Sólo si Luisita fuera realmente consciente del gran mérito que tenía lo que hacía en la asociación. Nada más entrar a su habitación, la rubia se dejó caer de espaldas en su cama y cerró brevemente los ojos, dejando que la pesadez se apoderara de su cuerpo, aunque fuera momentáneamente. Sacó de su bolsillo su teléfono y le mandó un mensaje a Marina proponiéndole desayunar juntas al día siguiente y se puso rápidamente algo cómodo.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora