FINAL 2

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Creo que es el capítulo que más he tardado en escribir, no sé si por la falta de concentración o por las pocas ganas de decirles adiós, pero aquí tenéis! Espero que os guste!🤗

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Salvador se detuvo unos segundos para coger aire antes de abrir la puerta de la cafetería que Amelia le había dicho. Su sobrina le había mandado un mensaje esa mañana diciéndole que había hablado con Luisita, que le había contado lo que habían hablado en la librería y que la rubia había accedido a verle.

No sabía por qué, pero estaba nervioso. Había practicado mucho las disculpas que le debía a esa chica, tanto que ya se las sabía casi de memoria, aun así, no podía evitar ponerse en lo peor. En realidad, por lo poco que había conocido a Luisita, podía decir de ella que era una chica cariñosa y bondadosa, pero sabía que ya había cedido mucho en aquel fin de semana en Zaragoza y que no volvería a hacerlo. Tampoco quería que lo hiciera. Lo que Salvador quería es que supiera que aquello no volvería a pasar, que Dolores jamás volvería a hablarle así. Él no lo permitiría, no sabía tenía ni idea de cómo iba a impedirlo, pero lo haría.

Entró en el local y buscó con la mirada a su sobrina y a su mujer, sin embargo, sólo encontró a la rubia. Luisita estaba sentada sola en una mesa para dos, lo que dejaba más que claro que en aquella quedada sólo estarían los dos. No sabía por qué pero eso le puso más nervioso, aunque ella no parecía estarlo, ya que estaba distraída tecleando en su teléfono.

Cogió aire una vez más y caminó hacia ella.

Luisita levantó la vista para mirar a Salvador con ese gesto tan serio que (casi) siempre tenía, pero ella también empezaba a conocerle a él y sabía que aquella expresión era una fachada, sobre todo porque esa actitud era algo genético. Amelia también se había pasado media vida ocultando sus verdaderos sentimientos y fantasmas, sin embargo, a diferencia de Salvador, el escudo de la ojimiel siempre había sido una sonrisa.

Pero ese hombre no sonreía. Parecía estar acostumbrado a ello, a decir verdad, quizás sólo sonriera cuando estaba a solas con su mujer. Quizás, si no fuera por los Gómez, Amelia tampoco habría aprendido a sonreír.

Salvador se había quedado de pie junto a la mesa y Luisita sonrió levemente al darse cuenta de qué esperaba.

– Siéntate, por favor. – dijo la rubia señalando el asiento de delante.

Se sentó y ni si quiera le dio tiempo a acomodarse cuando el camarero llegó a su lado para pedir la comanda.

Cuando se marchó, esperaron en silencio y ninguno de los dos dijo nada, Luisita seguía con la vista en su teléfono y Salvador simplemente la miraba sin atreverse a interrumpirla. Cuando por fin volvió el camarero, Luisita bloqueó su móvil y lo apartó a un lado para hacer sitio a su café. Volvieron a quedarse a solas y, en cuanto la rubia volvió a mirar a Salvador sin decir palabra, este sintió la necesidad de disculparse hasta la saciedad, y lo haría si era necesario, y no sólo porque esa chica que tenía delante era el único paso que quedaba por entrar por fin en la vida de su sobrina, sino porque la rubia también lo merecía.

– Luisa, quería pedirte disculpas por-

– No quiero tus disculpas. – le interrumpió ella.

Él se la quedó mirando totalmente impactado porque no esperaba para nada esa respuesta, y una punzada le atravesó el pecho.

– ¿Qué?

– Pues eso, que no quiero tus disculpas, ya las llevo escuchando toda la noche de la boca de Amelia.

Era cierto, Amelia se había ocupado en contarle a Luisita el encuentro con Salvador hasta la saciedad. Se lo había contado durante la cena, mientras se relajaban en el sofá viendo una serie y abrazadas antes de dormir. No se lo reprochaba, conocía a su mujer y sabía que le dejaría su espacio para decidir, pero eso no quitaba que sus ganas de una reconciliación interfirieran.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora