14. Lo que pasó

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Amelia se paró frente a la puerta del apartamento y se quedó mirándola, como quien sabe que está a punto de abrir la caja de Pandora. Metió la llave en la cerradura y, antes de girarla, suspiró preparándose mentalmente para lo que encontraría ahí, porque si Bea seguía el comportamiento patológico de todo maltratador psicológico, sabía que ahora desaparecería para hacer sufrir más a Luisita, para que le rogara que le perdonara cuando ella literalmente no había hecho nada. Y así fue, en cuanto abrió la puerta, se encontró a la rubia con el teléfono en mano, dando vueltas por el salón, esperando a que su novia le cogiera el teléfono. Pero en cuanto Luisita se dio cuenta de quien había entrado por la puerta, la preocupación y el miedo desaparecieron de su mirada para dejar lugar al más absoluto odio.

- ¿Pero a ti que mierda te pasa? ¿Tienes como propósito en la vida joderme la mía o qué? Porque si no, no lo entiendo. – le escupió con furia

Caminó hacia ella y Amelia cerró tras de si. Sabía que María estaría en el King's, así que era el momento. Era el momento de que, de una vez por todas, hablaran sin caretas ni medias verdades.

- Yo lo único que hago es mirar por ti, ¿es que no lo ves?

Luisita se rio sarcásticamente, porque no, claro que no lo veía, lo único que veía es que cada vez que intentaba darle una oportunidad a la ojimiel, esta siempre lo jodía metiéndose donde no la llamaban.

- Yo lo único que veo es que, cada vez que puedes, aprovechas para tratar mal a mi novia cuando ella no te ha hecho nada.

- ¿Que yo la trato mal? ¿Y ella a ti? ¿Eso no te importa? Porque yo no lo soporto más, Luisita, no soporto como te desprecia cada vez que abre la boca. – sonó mucho más desesperada de lo que pretendía, pero no pudo evitarlo, porque ya había sobrepasado un límite que ni si quiera sabía que tenía.

- Ya, que ahora te importo dices... por favor, Amelia, no me hagas reír. – y había tanto dolor en aquellas palabras que se le clavaron a la ojimiel en el pecho de una manera que no sabía cómo iba a poder quitarse aquella sensación, ni cómo hacer ver a la rubia que siempre la protegió, incluso más que a ella misma.

Pero por mucho que aquellas palabras estuvieran matando a Amelia, las quería escuchar todas, porque necesitaba saber de una vez por todas la verdad, aunque doliera.

- ¿Sabes qué, Luisita? Ya estoy harta de ti y de esta actitud, ¿Quieres decirme de una vez que te pasa conmigo?

Luisita la miró sorprendida porque, aunque Amelia ya llevara el tiempo suficiente viviendo en aquel apartamento, aun le sorprendía la facilidad de la morena para fingir que no sabía el daño que le había hecho. No quería seguir escuchándola, porque bastante le dolía el recuerdo de aquella noche como para que ahora la insultara haciéndose la ignorante, porque cada vez que lo hacía, la herida mal cicatrizada que había dentro de ella, volvía a sangrar.

-Eres increíble, Amelia... - ni pudo ni quiso decir más, porque psicológicamente no podía más, porque tanto esta situación como la actual preocupación por su relación, la estaban llevando también a ella al límite.

Luisita se giró para irse a su habitación y dejar ahí a la ojimiel con la palabra en la boca, pero Amelia se puso delante de ella evitando que avanzara hasta el pasillo, obligándola a quedarse en aquel salón, obligándola a enfrentarse a aquello que tanto temían ambas, obligándola a mirar a la verdad a la cara.

- Quítate.

- No

Luisita miró a Amelia y, para su sorpresa, también vio sufrimiento. Pero no lo entendía, no entendía porqué la que había causado todo el daño, ahora era la dolorida.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora