39. Abrazos impares

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La tarde estaba llegando prácticamente a su fin en el King's y Luisita no había parado de revisar su móvil en todo el día cada pocos segundos. Era cierto que no se pasaban el día juntas ni todo el rato hablando por teléfono, pero si que se solían dejar mensajes para animar el día de la otra o simplemente para hacer saber cuanto la echaba de menos. Sin embargo, ese día nada de nada. Luisita lo supo en cuanto se despertó, algo estaba mal. Amelia estaba bastante apagada, pero como seguía besándola y dejándole caricias, no quería preguntarle por si sólo eran imaginaciones suyas, pero ahora sabía que no lo era, porque su comportamiento no estaba siendo nada normal.

Aunque Amelia no era la única que estaba rara ese día, pues María no dejaba de ver como su hermana estaba mucho más nerviosa de lo habitual. Cuando Luisita se daba cuenta de que María la observaba, intentaba disimular un poco aquella preocupación, pero conforme pasaron la hora y su impaciencia crecía, ya ni si quiera trataba de engañar a su jefa y a María cada vez le importaba más quedarse sin vajilla, ya que Luisita había dejado caer algún que otro vaso.

– ¿Te pasa algo?

– No, que va. ¿Qué me va a pasar? Nada, a mí nada.

María la miró una vez más y decidió dejarlo estar, pero cuando Luisita sacó una vez más su móvil y seguía sin haber ningún mensaje en su pantalla, ya no pudo callarse más.

– Oye, Mary. ¿Sabes algo de Amelia?

En cuanto lo dijo, pudo ver en la cara de María una pequeña mueca indicándole que sus sospechas eran ciertas, y el corazón de Luisita dio un vuelco mientras mil posibilidades pasaban por su cabeza.

– ¿Por?

– No, por nada. Por saber, nada más. Es que nos entraban pedidos nuevos hoy y no sé si está en la librería y no puedo localizarla. – inventó rápidamente.

– Ya... cariño, quizás hoy deberías darle un poco de tregua a Amelia, ¿vale? Dale un día de descanso.

– ¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué le pasa? ¿Está bien? ¿Ha pasado algo? – preguntó ya una Luisita que ni siquiera intentaba disimular el nerviosismo mientras volvía a sacar el móvil para meterse en la conversación de Amelia.

– Luisi tranquila, que está bien. – le dijo cogiéndole la mano, sabiendo que estaría apunto de mandarle un mensaje. – Es sólo que hoy tiene un mal día, ya está.

– Pero, ¿por qué?

María la miró y pudo ver verdadera preocupación en sus ojos y sabía que no podía ocultárselo. Al fin y al cabo, no era ningún secreto que esconder.

– Hoy es ocho de abril.

– ¿Y?

Luisita la miraba expectante mientras veía como en la cara de su hermana se dibujaba una sonrisa triste.

– Hoy es, sería, el cumpleaños de Devoción. Es el primer cumpleaños que no está y bueno, Amelia está un poco tristona pero nada más, así que no te preocupes por ella que está bien.

El pecho de Luisita se hundió, porque no se podía creer que Amelia se lo hubiera ocultado. Era cierto que aún no podía decirse que fueran novias, pero ¿cómo no podía contar con ella para eso? Luisita quería ser su apoyo en todo, y ahora también.

– Pero ¿cómo va a estar bien? Su madre era su todo y no me puedo creer que no me haya contado.

María la miró extrañada por aquel tono de reproche. Sabía que Luisita y Amelia siempre habían tenido una conexión especial donde parecía que ambas confiaban en la otra como su mayor punto de apoyo, pero eso era hace años y no pensaba que siguiera siendo así, sobre todo con lo mal que trataba Luisita a la ojimiel cuando llegó.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora