44. Contigo

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Los días habían pasado, pero Amelia seguía sintiéndose en una nube. Se sentía un poco como una adolescente en celo, se tiraba el día buscando a la rubia y las noches dándose ese amor tan pasional que acababa de descubrir. Amelia había tenido muchas relaciones sexuales a lo largo de su vida, y en cuanto lo hizo por primera vez con Luisita, supo que definitivamente, había sido la mejor de todas. Pero ahora que la rubia había cambiado las reglas del juego, era increíble lo mucho que podían disfrutar dos cuerpos cuando solo existía la piel, el deseo y el amor.

Era paradójico, porque sabía que de algún modo Luisita la consideraba a ella como "su primera vez", pero ahora ella podía decir lo mismo, porque la rubia también había sido su primera vez en otros aspectos.

Y ahora, sentada en su cama tranquilamente mientras tocaba su guitarra, aquella excitación volvía a recorrer su cuerpo saliendo de sus entrañas al recordar la sensación de la lengua de Luisita y su lento movimiento recorriendo todo su cuerpo, sobre todo una parte en concreto de su anatomía. Y claro, al volver a pensarlo, ya estaba cachonda de nuevo, así llevaba toda la semana.

Se sentía genial, estaban genial. Por eso, cuando vio a Luisita aparecer en su habitación le sorprendió mucho, no sabía decir por qué, no sabría decir si era su humor, su cara o no sabía, pero algo pasaba.

– ¿Se puede? – preguntó algo tímida desde el marco de la puerta.

– Adelante. – le guiñó el ojo la morena haciendo que la rubia sonriera.

Cerró la puerta tras de sí porque, aunque estaban solas en casa, no quería tentar a la suerte. Luisita se sentó en el borde de la cama y ahí estaba de nuevo esa actitud extraña.

– ¿Puedo hablar contigo un momento?

– Claro, guapa. – dejó su guitarra a un lado para hacerle hueco y que se sentara al lado suya pero la rubia siguió sentada en el borde de la cama.

Se quedó callada unos segundos mirándose las manos y la morena podía jurar que estaba algo nerviosa, lo que le hizo ponerse en alerta, porque Luisita nunca debería estar nerviosa por tener que decirle algo.

– Marina ha conseguido el trabajo en la radio. – dijo con una pequeña sonrisa.

– ¿Enserio? Pero qué bien, ¿no?

– Si, es estupendo. Ganará más dinero y tendrá más estabilidad, pero, sobre todo, trabajará en lo que gusta.

– Qué bien, pitufa. Me alegro mucho por ella. – respondió Amelia con una sonrisa sincera que hizo que Luisita se relajara un poco.

Aquel silencio extraño volvió de nuevo pero Amelia no lo rompería, le daría su espacio y su tiempo. Luisita se miró a sus manos y cogió aire antes de hablar.

– El caso es que Marina me ha dicho que le gustaría celebrar su previa libertad antes de que la encadene ese trabajo, así que me ha dicho de tomar algo con el grupo el viernes en el King's y no sé... la verdad es que me gustaría ir.

Después de ese pequeño discurso atropellado, levantó la vista a su novia que la miraba algo confusa.

– Vale... – no terminaba de entender hacia donde iba la conversación.

– ¿Te parece bien? – preguntó algo temerosa.

– ¿El qué, Luisita?

– Que salga de fiesta.

– ¿Por qué no me lo iba a parecer?

– Pues no sé, a lo mejor prefieres que me quede en casa. – murmuró.

– ¿Por qué iba a querer que te quedaras en casa sola en vez de disfrutar con tus amigos?

Aquella idea era totalmente absurda y no entraba para nada en la cabeza de la ojimiel, sin embargo, Luisita se encogió de hombros y volvió a bajar la mirada antes de volver a hablar.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora