9. No juegues con la suerte

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Aunque María no trabajase, era una chica responsable, y no le gustaba dejar a sus empleados solos y menos un sábado, pues si hiciera falta, ella se metía tras la barra aunque fuera en vestido y tacones. Esperaba que aquella noche no fuera así, porque era la primera vez que salía con sus amigas, con todas ellas. Desde que Amelia había vuelto, no habían podido disfrutar de una noche todas juntas, y esa noche era la noche. Además no era la única que no trabajaba y que saldría de fiesta al King's, pues su hermana iba a hacer exactamente lo mismo pero con sus amigas. Bueno, con las amigas de Bea. Luisita no tenía amigas propias.

Otra que estaba realmente ilusionada por aquella noche era Amelia. Hacía siglos que no salía de fiesta. Cuando vivía en Barcelona, salía con su grupo de teatro a menudo hasta que su madre enfermó, y todo lo demás dejó de existir y de importar. Pero ahora de vuelta a Madrid, tenía ganas de retomar su vida. Lo normal en cualquier persona es que, cuando un familiar muere, cuesta seguir adelante sin sentirse culpable de ser feliz, pero no Amelia, porque sabía lo que significaría para su madre que siguiera con su vida de una vez.

Así que ahí estaba Amelia, sentada en el sofá toda ilusionada totalmente arreglada esperando a María. Aquel apartamento era espacioso y le encantaba, pero eso de que solo hubiera un baño para las tres, las hacía retrasarse bastante, y como la mayor de las Gómez estaba harta de las discusiones tontas entre Luisita y Amelia, se ofreció ella en ser la última en ducharse. María ya le había avisado de que ya se estaba vistiendo, por lo que Amelia decidió mandarle un mensaje a Natalia anunciándole que ya les quedaba muy poco para salir hacia el King's.

Mientras tecleaba en su movil, escuchó la puerta de Luisita abrirse y, aunque no quiso levantar la cabeza, fue como un acto reflejo. La relación entre ellas no había cambiado nada, seguía habiendo esa tensión rara e ilógica para la morena. La rubia seguía sin bajar la guardia ni dar su brazo a torcer, y aunque Amelia creyó que se le pasaría con los días, algo más de una semana después de su regreso, Luisita parecía odiarla con la misma intensidad. La ojimiel seguía sin entender nada, como habían podido pasar de estar tan unidas a que no quisiera mirarle a la cara y aunque al principio le preocupaba, finalmente se cansó de la actitud tan infantil de la rubia. Por eso no quería levantar la cabeza al verla, quería ignorarla como lo hacia Luisita con ella, pero no podía evitarlo. A ella siempre le importaría Luisita. Siempre.

Llevaba un vestido negro de tubo bastante ceñido, el pelo recogido con una cola alta y sin maquillaje. En realidad, lo único que la hacia creer que salía de fiesta, era aquel vestido, porque no se había esmerado absolutamente nada en el resto. A Amelia le sorprendía bastante, pues se acordaba de lo coqueta y presumida que era la rubia, lo mucho que le gustaba la ropa y sobre todo, las sombras de ojo y pintarse los labios. Ahora que lo pensaba, no la había visto ponerse los labios rojos en todo aquel tiempo de convivencia, con lo mucho que recordaba que los usaba. Era como una especie de símbolo, se los ponía cuando se sentía bien, como una especie de herramienta psicológica de empoderamiento. Nada como unos labios rojos para sentir que puedes comerte el mundo.

Sin embargo, ya no. Luisita ya no se sentía así y la ojimiel lo sabía. 

La rubia había ido a la entrada a buscar su bolso, si que se había dado cuenta de que Amelia estaba sentada en el sofá, pero hizo como si no estuviera. En ese momento, Se escuchó la puerta principal abrirse con unas llaves para dejar espacio a la novia de la rubia. Amelia no sabía que Bea tenía las llaves del apartamento, pero no le extrañaba, si tuviera que apostar, diría que Luisita le había dado hasta su contraseña del teléfono.

- Hola cielo.

- Hola. – dijo mientras cerraba la puerta sin quitarle la vista a la rubia. – Que guapa estás, ¿no?

-Gracias – dijo algo sonrojada al no estar acostumbrada a esos halagos

Bea se acercó a ella para dejarle un corto beso en los labios a modo de saludo.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora