17. Bandera blanca

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Amelia siempre supo que aquellos enormes ojos marrones podrían convencerla de hacer cualquier cosa por ella incluso aunque no le gustara, por eso, cuando esa noche estaba en la barra del King's esperando a que apareciera la pareja para cumplir aquella promesa que le había hecho a la rubia, no podía quitarse esa mala sensación del pecho de estar haciendo algo que realmente no quería hacer. Quería hacerlo por Luisita, y eso era lo que la motivaba, porque ahora entendía esa sensación que tenía constantemente la rubia en su relación, la de hacer sacrificios que no queremos por la persona que queremos, y aunque ellas no fueran esas personas la una para la otra ni tuvieran ese tipo de relación, quería compensarle todo el pesar que le hacía pasar su propia novia.

- ¿Qué te pongo? – le preguntó María sacando a Amelia de aquellos pensamientos.

- Agua, porfa.

Su mejor amiga la miró preocupada, porque sabía que aquello indicaba que algo realmente la atormentaba. Con los años, María había intentado ser el mejor apoyo posible para Amelia, y ello le llevó a buscar mucha información y a aprenderla, y había descubierto la dipsofobia, o lo que viene siendo, miedo intenso e irracional a las bebidas alcohólicas y a beberlas. Porque, aunque Amelia lo disfrazara de una simple abstemia, realmente les tenía miedo a aquellos efectos. Por tanto, cuando había algo que preocupaba demasiado a la ojimiel o no estuviera bien, esa fobia se agrandaba tanto que temía que incluso los refrescos llevasen alcohol, así que pedía directamente agua.

María sabía por qué estaba Amelia ahí, se lo había contado nada más volver a casa. Con la preocupación que tenía por lo tenso que estaba el ambiente en casa, en cuanto la ojimiel pudo le hizo saber que había hablado con Luisita y que le había pedido que hiciera las paces con Bea, y aunque María también veía injusto pedirle a Amelia que fuera ella la que diera su brazo a torcer, en el fondo agradecía que alguien hiciera llegar la paz por fin a aquel piso.

- Amelia, tranquila. Sé que hablar con Bea es difícil porque sabe jugar muy bien con la mente, pero sé que no vas a tener ningún problema, sólo intenta mantener la calma y no dejarte llevar por lo que pueda decir.

La ojimiel asintió con una pequeña sonrisa que no se la creyó ni ella ni María, y entonces, fue cuando detectaron las nuevas presencias en el local. Amelia siguió la mirada de su mejor amiga y vio como bajaban Luisita y Bea por las escaleras para después dirigirse a una de las mesas. Una vez sentadas, ambas miraron a las amigas que seguían en la barra mirándolas, y Luisita le dijo algo a su novia antes de levantarse y dirigirse hacia ellas. Conforme se acercaba, Amelia pudo ver como la rubia estaba evidentemente nerviosa, y no podía sentirse más culpable porque, aunque el problema real fuera Bea, ella también había contribuido en aquella situación.

Cuando Luisita llegó a ellas por fin, se metió tras la barra para ponerse junto a su hermana, como si aquella barra pudiera protegerla de aquella situación. Se quedó mirando a la ojimiel, pero esta no parecía tener ninguna intención de levantarse y el miedo volvió a invadir a Luisita.

- Por favor...

Amelia suspiró y apartó a mirada, maldiciendo que aquellos ojos marrones siguieran teniendo poder sobre ella, así que, de un trago, terminó de beberse el agua que le quedaba y se levantó hacia el encuentro. Bea estaba con su teléfono y de pronto, sintió la presencia de la ojimiel, y aunque en un principio, le impuso bastante, no se dejaría intimidar. Ella no tenía ni idea de lo que hacía ahí, ya que Luisita no le había contado nada, porque sabía que ella nunca accedería a hablar con Amelia por voluntad propia.

- ¿Vas a volver a amenazarme? – le preguntó de forma chula, ya que sabía que, al estar rodeadas de tanta gente, no corría peligro.

- He venido porque Luisita me ha pedido que me disculpe contigo.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora