64. Viernes

3.8K 372 28
                                    

Ese día iba a ser largo, mucho, y tenían mucho por hacer, pero decidieron ser un poco egoístas y quedarse toda la mañana en la cama mientras no podían dejar de darse caricias y besos. Habían sido demasiados días. Ni Marina ni María tuvieron problemas con quedarse más con Eva, aunque sólo tuviera que quedarse con su tita María, porque Marina trabajaba por la mañana en la radio y María no tenía que pisar el King's hasta la tarde.

Sin embargo, cuando llegó la hora de comer, almorzaron las cinco juntas en una pizzería que a Eva le encantaba. Les explicaron lo de la familia de Amelia y que ese fin de semana irían a Zaragoza y no volverían hasta el lunes temprano. Ninguna de las tías puso ninguna objeción, ya que ambas sabían lo que significaba para Amelia esa quedada, pero Eva si estuvo algo más reticente. Era la primera vez que estaría todo un fin de semana sin sus madres, y aunque al principio la idea le agobió un poco, se dio cuenta de que en realidad iba a vivir un fin de semana entero con sus tías favoritas y que, conociéndolas, harían algo divertido.

Luisita llamó a Emilia para confirmarles que irían ese fin de semana a conocerlos, que irían esa misma tarde a Zaragoza, cogerían habitación en un hotel cercano y que al día siguiente quedarían con ellos, pero Emilia no lo consintió.

"¿Cómo os ibais a quedar en un hotel? No, no, de ninguna manera".

Eso complicaba un poco más sus planes de mantenerse cautas ante aquella quedada, pero tampoco querían contradecirle, realmente parecía tener muchas ganas de conocerlas y de pasar el mayor tiempo posible con esa sobrina que estaba a punto de conocer.

Amelia estuvo todo el día constantemente mirando a su hija, porque se la veía feliz con la idea de pasar el fin de semana con sus tías, pero había una sombra en su rostro que le hacía temer que aquello sólo era una fachada para no preocuparlas y un autoengaño. Y así fue, una vez que llegó la hora de decir adiós, las lágrimas llegaron, pero para sorpresa de Amelia, no vinieron de parte de su hija.

– Cuídate mucho, ¿vale? – decía Luisita arrodillada frente a su hija mientras tenía las mejillas mojadas. – Come bien y abrígate, y hazles caso a las titas. Y si necesitas cualquier cosa, lo que sea, llámame y vendré corriendo.

– Que sí, mami.

Amelia hacía esfuerzos por no reírse de lo dramática que estaba siendo la rubia, pero es que en realidad, le encantaba eso de ella. Siempre le había encantado su intensidad con la que lo vive todo. Luisita le llenó la cara de besos a su hija y finalmente se levantó para dejar que Amelia también pudiera despedirse.

Y una vez que se apartó, la ojimiel se agachó frente a su hija que estaba en la puerta del apartamento de sus tías con Marina y María tras ella.

– ¿Estarás bien? – le preguntó con esa dulzura maternal tan típica de la ojimiel.

– Que sí.

Eva puso los ojos en blanco mientras seguía haciéndose la dura con esa despedida, pero aquella sombra seguía en su cara.

– ¿Entonces que te pasa?

La niña volvió a mirar a su madre y sus ojos miel hicieron que bajara un poco la guardia y sacara a la luz ese temor que siempre le atormentaba.

– Volveréis el lunes, ¿verdad?

No pudo evitar reflejar aquel miedo en sus palabras y, aunque Amelia siguiera con aquella sonrisa dulce, no pudo evitar que el corazón se le hundiera un poco.

– ¿Te crees que somos tan malas de dejarte aquí para siempre con tus tías?

– ¡Oye! – protestó María de fondo.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora