7. La convivencia

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Había pasado ya una semana desde que Amelia se había instalado con ellas y aún no se había acostumbrado a su presencia. Era cierto que la ojimiel se había pasado media vida prácticamente viviendo en la casa de los Gómez, por lo que Luisita debería estar más que acostumbrada a convivir con ella, pero no era así. Primero, porque conforme pasan los años, las personas vamos adquiriendo diferentes costumbres y cuesta adaptarse. Segundo... porque la seguía odiando. En realidad, ella no quería admitírselo, no era tanto que la odiaba como persona o por su forma de ser, simplemente estaba tan enfadada con ella que absolutamente todo lo que tenía que ver con Amelia la cabreaba. Porque no odiaba la personalidad de la ojimiel, sino que odiaba que fuese tan amable, dulce y generosa como siempre, como si nada hubiera pasado.

Lo cierto es que desde que la morena había vuelto a su vida, Luisita evitaba estar en su casa lo máximo posible, yendo a dormir más veces que nunca a casa de su novia. La verdad es que, a pesar de que Bea viviera sola, no solían estar en su casa sino en la de las hermanas Gómez. La excusa era que aún no estaban en ese punto de la relación para mudarse juntas, y al pasar tanto tiempo a solas en esa casa, podrían tender a ello poco a poco. Pero en realidad, la razón por la que Bea prefería ir a casa de Luisita era porque podía ir cuando quisiera e irse cuando ya se cansara, manteniendo su libertad. Era contradictorio, porque por un lado aquella libertad para poder estar libremente con sus amigas no era compatible con lo poco que le gustaba que Luisita hiciera lo mismo, pero eso la rubia no lo veía. Sin embargo, Bea prefería "sacrificar" su libertad a que Luisita durmiera bajo el mismo techo que otra mujer que no era de su familia, así que aceptó ese cambio de rutina.

Pero esa noche había dormido sola en su habitación porque su novia había salido de fiesta con su grupo y ella había trabajado hasta tarde en el King's, y aunque Bea hubiera estado ahí con sus amigas, se fueron antes de que Luisita acabara el turno, por lo que la rubia simplemente llegó a casa a las tantas derrotada deseando descansar. A pesar de la hora a la que se acostó, se había despertado relativamente temprano, y al mirar al reloj, pensó que si se daba prisa, podría coger un café para llevar y volver a acudir a aquella librería. Desechó esa posibilidad, ya que se habría prometido a si misma hacer caso a su novia, porque tenía razón, porque era un sueño sin sentido y cuando antes volviera a la realidad mejor.

Se puso sus auriculares y dejó que la música fluyera por sus oídos. Era raro, porque eso de ponerse música mientras estás tumbada en la cama era algo que se solía hacer de noche antes de quedarse dormida, pero ella no, ella que siempre iba a contra corriente, le gustaba ponerse una canción antes de empezar su día. Pensaba que así podría influenciar en su despertar, en su estado de ánimo. Casi siempre intentaba que fueran canciones animadas, pero a veces, cuando simplemente no se encontraba de humor, ponía alguna a sabiendas que estaría de bajón durante todo el día. Pero era algo que también le gustaba, aceptar la tristeza, aceptar el dolor. Aquella lección que le enseñó Devoción y que nunca olvidaría. Le dio al play y cuando la canción que había elegido ese día, "Duelo dulce" de Babi, estaba acabando, decidió salir de la cama para, ahora sí, empezar su día.

Se dirigió hacia el baño y Luisita entró con los auriculares puestos a lavarse la cara, aunque sabía que el agua no quitaría ni las ojeras ni la tristeza que la consumía sin saber muy bien porqué. Levantó la cabeza tras haberse secado la cara para mirarse a su reflejo, aunque hacía tiempo que no le gustaban las vistas, y se fijó tras de sí en el espejo. No sabía si estaba soñando o no, pero vio la perfecta silueta de la figura de la ojimiel mientras le caía el agua de la ducha encima. La cortina era traslucida, no podía ver los detalles pero si perfectamente cada curva de su cuerpo y como estaban haciendo que le dejase de circular la sangre. No le dio tiempo a reaccionar ni a apartar la mirada porque, como si Amelia hubiera sentido aquella mirada sobre ella, se giró y la descubrió.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora