EPÍLOGO

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Nadie se podía imaginar que se pudieran recorrer tanto en sólo diez metros cuadrados, pero ella estaba batiendo récords. Llevaba caminando de un lado a otro de la habitación casi media hora sin parar mientras Marina ya la miraba mareada por tanto movimiento, pero no podía parar. Necesitaba hacer algo para calmarse.

– Luisita, de verdad. Tranquilízate de una vez. – la regañó su mejor amiga.

Sin embargo, en cuanto la rubia se giró hacia ella, por la mirada que recibió a cambio, se arrepintió automáticamente de haber abierto la boca.

– Pero, ¿cómo quieres que me tranquilice? Es el día de mi boda.

Volvió a mirarse al espejo de pared que había en esa pequeña habitación y se recolocó por vigésima vez la chaqueta del traje blanco que llevaba, a pesar de llevarlo perfectamente puesto.

– Eres consciente de que lleváis ya casi tres años casadas, ¿no?

Luisita suspiró y se acercó a la ventana para admirar sus vistas e intentar que la tranquilidad del mar la calmara.

El primer destino de aquella promesa de recorrer mundo fue Barcelona. Luisita estaba intrigada por conocer el lugar donde Amelia había pasado aquellos seis años separada de ella, y para la ojimiel también significaba mucho volver al último sitio que tenía recuerdos con su madre. Fue duro volver a aquella playa en donde había esparcido sus cenizas, sin embargo, tener a su pitufa cogiéndole la mano en cada momento, lo hizo mucho más ameno, y para, sobre todo, ver la cara de Luisita al ver el mar por primera vez en su vida. Era adorable, siempre llevando luz siempre a los malos momentos, incluso inconscientemente.

– Sabes de sobra que para nosotras eso era más un trámite que otra cosa, lo de hoy... es real. Nos vamos a casar de verdad.

Casi no le salían las palabras a causa de todo lo que sentía por dentro.

Eva llevaba viviendo con ellas un año en la fase pre-adoptiva que tenían que hacer antes de que el juez tomara una decisión firme, y cuando Cris llamó a Luisita para anunciarle que, por fin, ya había una resolución de la adopción, la rubia decidió no compartir en ese momento la alegría de lo que revelaba aquella noticia con Amelia, porque cuando decidieron casarse para poder adoptar fue todo improvisado y ahora tenía la oportunidad de hacer las cosas bien. Ahora quería ser ella la que le pidiera a Amelia que pasara el resto de su vida con ella.

Alquiló una casa junto a esa playa que tantos recuerdos le traía a Amelia y con la sentencia en un bolsillo y el anillo en el otro, y una noche en la que contemplaban la luna tumbadas en una toalla en la arena, Luisita le entregó el folio a Amelia con la resolución de la adopción y cuando terminó de leerlo y levantó la vista del papel, sólo se encontró a aquellos ojos marrones enormes llenos de brillo y de amor sujetando en una mano un anillo que apenas podía sujetar de lo mucho que estaba temblando por los nervios.

Cuando pensaron en el lugar donde deberían celebrar la boda, Amelia sugirió aquella misma casa que habían alquilado, que a pesar de estar en Barcelona, era lo suficientemente espaciosa para aquella celebración y estaba al lado de esa playa. Luisita sabía lo que significaba para Amelia tener el mar cerca, así fue imposible negarse. Toda la familia y amigos cercanos se trasladaron hasta Barcelona para la celebración, y tampoco necesitaban a más gente, sólo a sus seres queridos.

Luisita estaba tan feliz e ilusionada por que llegara aquel día, sin embargo, ahora que había llegado, se moría de los nervios. Literalmente sentía que moriría de un infarto.

Marina la miró con ternura y se acercó hasta ella para mirar también junto a la ventana.

– Luisita... Amelia te ama con locura, así que tranquila, todo va a salir bien.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora