50. ¿Cómo sucedió?

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Flashback

El King's era su vida, al fin y al cabo, había dedicado mucho tiempo y ganas en sacar aquel negocio hacia adelante, y todo, ella sola. Se sentía orgullosa de si misma, de donde había llegado con su esfuerzo y de lo bien que le iba. Sin embargo, eso no evitaba que hubiera días realmente malos en aquel bar. Estaba tras la barra y había discutido con uno de los proveedores por dejarla sin existencias, el chico que iba aquel día a cantar en directo la había llamado para decirle que se había resfriado y no podía ir, y para colmo, Luisita estaba en la asociación y ella estaba falta de personal.

De verdad que adoraba su negocio, pero a veces la sobrepasaba, y a pesar de estar en silencio tras la barra fingiendo que todo iba bien, había alguien que sabía que no era así.

Marina estaba sentada en uno de los reservados con unas compañeras de trabajo, mientras no podía dejar de mirar a María. Cuando se reconcilió con Luisita, sintió que también debía disculparse con la hermana de esta, porque habían compartido muchas penas y se habían apoyado mucho mientras aún vivían juntas en ese piso, mientras escuchaban cómo Bea hablaba a Luisita. Sentía que también la había fallado a ella por haberla abandonado sola frente a aquella situación. Así que, cuando Luisita dejó a Bea y se convirtió en un fantasma andante mientras salía de aquella oscuridad, Marina quería dejarle espacio y no agobiarla, sin embargo, no podía evitar acercarse a la barra del King's cada vez que iba para preguntarle a María cómo iba la mejoría de su mejor amiga.

Después, María la llamó contándole la sextorsión de Bea, y en realidad, esa fue la primera vez que María acudió a Marina no tanto para pedir ayuda, sino porque le salió natural buscar desahogo en ella. Porque la entendía, ambas se entendían. Habían encontrado en la otra aquel consuelo que no sabían que necesitaban y cada vez era más frecuente sus encuentros. Poco a poco sus conversaciones dejaron de tener como tema principal a Luisita y se fueron conociendo.

Era extraño porque Marina no consideraba a María como una amiga, sin embargo, se había convertido en la primera persona que se le venía a la cabeza cuando estaba mal y necesitaba hablar, y ya no sólo eso, sino la primera persona en llamar cuando le pasaban cosas buenas, que es casi más importante. María también empezó a hacer lo mismo con ella, y esas llamadas se convirtieron en cafés que compartían de vez en cuando, risas y una sensación que se les quedaba en el pecho que ninguna sabía muy bien definir.

Por eso, ahora estando con sus amigas, no podía disfrutar de la noche mientras veía cómo María se ahogaba intentando dejar salir el estrés entre disimulados suspiros. La conocía, sabía que hacía eso cuando no quería dejar ver a los demás cómo se sentía. Se disculpó con sus amigas y se marchó, porque no podía seguir viendo aquello.

Y dos horas más tarde, cuando el King's cerró un poco después de medianoche, María salió de su local con unas ganas locas de mandar un poco todo a la mierda. Sin embargo, en cuanto levantó la cabeza al salir, su corazón dio un vuelco al verla ahí.

– ¿Marina? ¿Qué haces aún aquí?

– Bueno, es que no tenías muy buena cara ahí dentro y he pensado que te apetecería llenar el estómago un poco antes de irte a dormir. – dijo levantando la bolsa que llevaba en la mano, aunque por el logo, María sabía perfectamente qué era.

– ¿Es una hamburguesa?

– Si, con doble de queso y sin cebolla, y una cerveza fresca.

María se quedó mirándola a aquella chica que la miraba con una sonrisa dulce, aquella chica que parecía haber aprendido tanto de ella que hacía que empezara a despertar algo en ella, algo que no quería cuestionar.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora