16. Versiones

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Luisita se despertó con más sueño que con el que se fue a la cama, no pegó ojo en todo en toda la noche, porque en su cabeza no hacía más que repetirse una cosa una y otra vez: Amelia también sintió algo por ella. Si hubiese tenido aquella información en aquel entonces, le hubiese confesado sus sentimientos a la ojimiel mucho antes, porque el único motivo por el que no lo hizo fue porque pensaba que absolutamente nunca sería correspondida, porque siempre imagino que cada pequeño indicio de que Amelia pudiera sentir algo, eran puras imaginaciones suyas creadas por sus ganas de que fuera real. Pero no lo fueron, y ahora no sabía como sentirse.

Por un lado, se alegraba, claro que lo hacía, a todo el mundo le gusta escuchar que fuiste deseo para alguien, y más si era recíproco y era tu primer amor. Por otro lado, ahora todo eso pertenecía al pasado y jamás volvería. Se había pasado seis años odiándola, y ahora, de repente, había obtenido respuestas para todas esas preguntas que tanto llevaba haciéndose. Seguía sin saber el porqué de su marcha, pero al menos ahora sabía que Amelia no la besó por capricho ni para jugar con sus sentimientos y eso en realidad la hacía sentir más culpable por haberla odiado tanto. El hecho de que Amelia la besara porque también era todo lo que deseaba hacer, era algo que lo cambiaba todo, porque ahora sabía que aquel odio ya dejaba de tener sentido.

Ella era consciente de que también tenía parte de culpa, porque sabía que Amelia estaba borracha, y si volvía a aquel recuerdo, en realidad no le extrañaba que ni si quiera se acordara. Sabía que no podía seguir reprochándole aquella noche mucho más, porque en realidad, ambas tenían las mismas ganas acumuladas y si no hubiera sido la ojimiel que hubiera dado el primer paso, lo habría hecho ella porque al fin y al cabo, la buscaba para confesarle sus sentimientos, así que ahora ella era la que tenía que encontrar el modo de dejar de culparla. Por otro lado, esa confesión de sentimientos hacía que la Luisita de antes quisiera volver, pero no podía permitirlo, porque ella estaba en una relación, con alguien a quien quería y que sabía que no podía perder. Ni quería ni podía, porque ella estaba enamorada de su novia. Una novia que llevaba sin cogerle el teléfono tres días después de la pelea con la ojimiel en la comida de los Gómez, pero Luisita lo entendía, porque sabía que era su culpa, no sabía porqué, pero sabía que lo era, porque siempre lo era. Así que, ahora Amelia y sus sentimientos se tenían que quedar en el pasado, y ella tenía que aprender a hacer las paces con aquella noche y hacen borrón y cuenta nueva.

Quizás su reconciliación con Amelia no fuese algo difícil, sabía que la ojimiel era una persona de trato fácil y estar junto a ella siempre resultaba ser algo natural, sin embargo, sabía que no sería tan fácil con su novia. Aunque Luisita no terminaba de entender qué tenía Amelia en contra de Bea, sabía que esta tampoco le ponía las cosas fáciles a la ojimiel, y quizás fuese más factible hablar con Amelia para intentar llegar a una tregua y poder convivir al fin en paz.

Si, sabía que tenía que hablar con Amelia, pero todavía no era capaz de dejar de estar enfadada con ella. Se había pasado años con aquel sentimiento incrustado, era imposible que desapareciera de la noche a la mañana, por mucho razonamiento lógico que le diera. Quizás ese sentimiento podría desaparecer, pero seguía dolida por haberla abandonado cuando creyó que ellas eran un principio, y no un fin.

Hoy no tenía turno en el King's, así que decidió coger su chaqueta favorita y salió de su habitación para aquel lugar en el que pasaba tanto tiempo últimamente, y aunque a veces no fuera el lugar más feliz del mundo, era el único espacio donde últimamente podía sentirse ella misma.

Sin embargo, su cansancio le había provocado tal despiste que se le había olvidado un gran detalle, es decir, quien era su compañera de piso. Así que, cuando salió al salón para coger su bolso y salir del piso, no contó con que la última persona que quería ver estaría en el sofá, y en cuanto esta la escuchó, Amelia se levantó corriendo, pero sabía que sería imposible detener a la rubia.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora