26. No es tu culpa

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A la mañana siguiente, Amelia se encontraba en la mesa de la cocina removiendo su café con la sensación de que un camión le había pasado por encima. Se había pasado gran parte de su adolescencia siendo camarera, incluso cuando se mudó en Barcelona, estuvo trabajando en una cafetería un tiempo, pero trabajar en el King's un viernes noche, era otro nivel.

Seguía removiendo su cucharita cuando vio entrar en la cocina a María tan esplendida como siempre, como si no se hubiese tirado las mismas horas que ella trabajando.

- Buenos días. – le dijo con una sonrisa.

- Días a secas, María. Madre mía, no siento mi cuerpo, me vas a tener que pagar la fisioterapia. – dijo con un leve gemido mientras estiraba sus piernas.

- Anda, exagerada, que yo hago esto todos los días y no me quejo. Además, conseguiste tu objetivo, ¿no?

- ¿A qué te refieres?

- Pues a mi hermana, a que me voy a referir, a que querías trabajar en su lugar para que disfrutara de la noche y yo creo que lo consiguió, ¿no crees?

Amelia no pudo ocultar una pequeña sonrisa al recordar a Luisita bailando y riendo tanto como la chica que ella recordaba, haciendo que su presencia llenara el local, y desde luego, aquello merecía las agujetas que seguramente le durarían un par de días a la ojimiel.

- Pues sí, tienes razón.

María fue hacia la encimera de la cocina donde Amelia había dejado café hecho y se sirvió un poco mientras la cabeza de la ojimiel daba un poco de vueltas recordando la noche anterior, y, aunque no quería hacer la pregunta, había algo que la mataba de curiosidad, y eso no era común en ella, porque siempre dejaba el espacio a la gente sobre sus asuntos personales, pero esto... era una duda que no podía callar.

- Oye, María. ¿Te puedo hacer una pregunta? – escuchó como María hacia un pecho ruido en forma de asentimiento y siguió hablando – ¿Quién es Laia?

Su amiga aprovechó que estaba de espaldas a ella para maldecirse a sí misma. Cuando anoche le sacó el tema a Luisita, ni si quiera se dio cuenta de que Amelia estaba junto a ella. El nivel de trabajo de aquella noche no le había dejado pensar dos veces en medir sus palabras delante de la ojimiel. En realidad, no sabía aún en qué punto estaban los sentimientos de Amelia hacia su hermana, ya que su amiga no hacía más que decirle que no tenía ninguna intención de intentar nada con la rubia, pero Amelia era una experta en camuflar sus sentimientos, así que ahora, simplemente no tenía ni idea. Fue hacia la mesa y se sentó junto a ella con su café en la mano y vio la curiosidad en aquellos ojos miel, pero no podría decir si veía algo más.

- ¿Te refieres a la amiga de mi hermana?

- Si.

- Pues, es una amiga de mi hermana.

- Vale, gracias María por la aclaración, pero no te hagas la tonta, que sabes a qué me refiero.

María le dio un sorbo al café y se dio cuenta de que no podía mentirle, y además, que tampoco había nada que ocultar.

- Es que yo tampoco sé mucho, sólo sé que es una chica que estaba en clase de Luisita en psicología, se hicieron amigas y empezaron a tener el mismo grupo de amigos. Sólo he visto a Laia en el King's, pero desde que la conozco, es más que obvio que bebe los vientos por mi hermana, todas lo sabíamos menos Luisi ,que parecía no darse cuenta, hasta que Laia le pidió una cita y cuando mi hermana se dio cuenta de sus sentimientos, la rechazó, le dijo desde el principio que no podría haber nada entre ellas y ahí acabó todo. Bueno, todo menos los sentimientos de esa pobre chica, claro.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora