32. Fantasmas

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La charla con Marina le había afectado más de lo que le habría gustado admitir. En realidad, sabía que hablarlo sólo había hecho ponerle palabras a lo que ya sabía que sentía, porque era innegable. La vuelta de Amelia le había afectado desde el primero momento en el que volvió a ver aquellos ojos de color miel, desde que la volvió a escuchar llamarle "pitufa" y ella lo sabía, pero siempre lo había achacado a que era el odio lo que la removía, el enfado, el rencor y el dolor que le dejó su marcha. Pero ahora que todo eso se había esfumado, el cuerpo de Luisita seguía reaccionando a Amelia. Era difícil no hacerlo, porque Luisita no creía que hubiera alguien indiferente a la presencia de la ojimiel, pero ahora tenía que buscar el motivo a ello, o mejor dicho, admitírselo definitivamente.

Algo en su interior se había despertado, eso estaba claro, pero no quería darle más vueltas porque prefería seguir el consejo de su mejor amiga, sabía que sería mejor dejarse llevar y recibir con buena gana lo que estuviera por pasar, fuera lo que fuese. Miró la hora y se dio cuenta de que se le estaba echando el tiempo encima y que pronto debería estar en la asociación, así que, cogió su chaqueta y salió de su habitación preparada para salir de casa, pero cuando llegó al salón, se encontró una imagen que no esperaba. Amelia estaba sentada en el sofá moviendo la pierna con nerviosismo y, en cuanto la vio aparecer, la ojimiel se levantó del sofá de golpe, como si hubiera estado esperando a que apareciera.

- Hola. – le saludó amablemente la rubia al ver cómo la ojimiel parecía haberse quedado en pausa, pero volvió rápidamente a la realidad.

- Hola pitufa, vas a la asociación, ¿verdad?

- Si, ¿por?

Vio su respuesta en la inseguridad de sus pupilas antes de que se lo revelaran sus palabras.

- Me preguntaba si podía acompañarte hoy, si te parece bien claro.

Siguió estudiando a la morena y era más que evidente que aquella idea la alteraba mucho más de lo que ella misma quería admitir, incluso a sí misma.

- ¿Estás segura?

- Si, creo que estoy preparada. – le dijo con una pequeña sonrisa que no convencía mucho.

Luisita no creía que estuviera preparada, pero sabía que para la ojimiel aquel era un paso importante, y no sería ella quien la retendría, sino la que estaría a su lado en todo momento, porque al igual que hacía Amelia siempre con ella, aunque no supiera si podría o no, la apoyaría. La rubia caminó hacia ella y le cogió ambas manos, notando como Amelia se estremecía ante su tacto. La ojimiel había fijado la vista en sus manos, pero cuando alzó la vista hacia aquellos ojos marrones, todas las dudas e inseguridades que tenía hacía unos minutos, se esfumaron.

- Está bien, estaré contigo en todo momento, ¿vale?

Amelia sonrió y el terremoto que provocó ver aquellos labios curvados en su interior le hizo volver inevitablemente a la conversación con Marina, pero en realidad, eso hoy ya le daba igual, porque durante todo aquel día, Luisita sabía que no habría otra cosa en su cabeza que no fuera asegurarse de que la ojimiel estuviera bien.

En realidad, eso era algo que Amelia llevaba muchos días dándole vueltas, volver a la asociación y ser capaz de enfrentarse a sus fantasmas como no pudo hacerlo el día que se encontró ahí a la rubia. Ahora se veía mucho más capaz que entonces, porque sabía que su pitufa estaría ahí junto a ella, por muy poco que le gustara cargarla con el peso de su bienestar, por muy poco que le gustara ser cuidada y sobre todo por ella, porque odiaba que viera sus debilidades, aunque si lo pensaba bien, sabía que la rubia conocía mejor el daño de esas heridas de lo que ella pensaba, quizás casi mejor que ella misma.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora