19. Lo normal

4.4K 455 334
                                    

A la mañana siguiente, Luisita se despertó con una resaca emocional impresionante y con la certeza de que algo en su interior había cambiado. Llevaba un par de horas despierta pero aún era incapaz de levantarse y enfrentarse a su día. Sabía que hacía tiempo que algo no estaba bien, aunque nunca sabía identificar el qué exactamente, pero sí, ella misma se había dado cuenta de que hacía demasiado que no reía, y que ya apenas se reconocía al mirarse al espejo. Siempre pensó que era algún problema en ella, porque eso es lo que Bea siempre le había hecho sentir, que ella era el problema, pasara lo que pasara. Pero ahora, por primera vez, había otra posibilidad para todo aquello y no era Luisita la culpable.

Amelia había hecho una gran grieta en aquel pilar sobre el que se basaba su relación con Bea, un pilar que apenas podía sostenerse por si mismo y cuya fuerza extra la añadía siempre Luisita, dando demasiado de sí. Porque eso es lo que pasa cuando el peso de una relación lo lleva solo una persona, que todo empieza a ceder haciendo que se rompa no solo la relación, sino también esa persona.

Aparte de Bea, Luisita solo había estado enamorada de otra persona en toda su vida, y en realidad, aquellos sentimientos eran muy diferentes. Se quedó pensando en todo lo que había sentido cuando era una adolescente y en que, aunque no hubiera sido correspondido, o eso había pensado ella siempre, Amelia nunca había hecho tanto daño en ella como lo estaba haciendo su novia. Siempre pensó que el amor que sintió por Amelia había sido demasiado perfecto como para que fuera real, pero ahora quedaba todo tal lejano que necesitaba recordar cómo era sentir un amor así de intenso. Clavó su mirada en su armario donde sabía que guardaba aquella pista que necesitaba y cogió aire antes de levantarse de la cama. Abrió las puertas del armario y se arrodilló para buscar aquella caja que tenía guardada a buen recaudo.

En realidad, no contenía nada de valor, solo algunas cosas de su infancia, fotos, su antiguo diario y, lo que buscaba, una carta. A Luisita siempre le había encantado escribir, y desde pequeña, aprendió que una de las mejores maneras de poder sacar lo que te pasa por dentro y ponerle nombre a ciertos sentimientos era poniéndolos sobre papel, por eso empezó a escribir un diario. Pero cuando empezó a sentir por Amelia y aquellos sentimientos eran demasiado fuertes, sentía que necesitaba decírselo a ella directamente, aunque nunca se atrevería, y por tanto, pensó que la mejor forma de expresarlos era escribiéndole una carta que nunca mandaría.

Luisita cogió aquel papel que reconocía perfectamente y empezó a desdoblarlo para poder leer su contenido, y aquello fue un dejavú, porque esas palabras las había releído demasiadas veces cuando aún Amelia seguía ahí.


Amelia...

Eres la única persona con la que me siento suficientemente a gusto para hablar de cualquier cosa, para ser yo misma, a la que siempre acudo cuando me pasa algo, tanto bueno como malo, pero desgraciadamente no puedo decirte aquello que más me come por dentro. Ojalá pudiera decirte como me siento cuando estoy contigo, que pudieras leer en mis ojos lo que mis palabras no se atreven a decir. Ojalá supieras que con sólo mirarme haces que no exista nadie más, que mi mundo sea sólo tú.

Ojalá no me vieras como una niña chica, y pudieras sentir por mi lo que yo siento. Pero sé que es imposible.

Sé que no tienes ni idea de lo que me pasa por dentro y que nunca lo sabrás porque nunca conseguiré que me veas de esa manera, como algo más que la hermana pequeña de tu mejor amiga. Pero ojalá todo fuera más fácil, ojalá no existieran todas estas normas ni impedimentos. Ojalá fuéramos solo tú y yo, Amelia, lejos de todo, lejos de este mundo que nos miraría con tan malos ojos.

Ojalá sólo nosotras en la luna.


Se levantó del suelo, cogió aquel trozo de papel, lo dobló y lo metió en el primer cajón de su mesa. Aquellas palabras solo demostraban la ingenuidad de una niña enamorada sin tener ni idea de lo que significaba aquello, una niña que había idealizado el amor. El día en el que se marchó Amelia, Luisita se estrelló de tal manera que aprendió que el amor no era aquello con lo que había fantaseado desde los quince, y mucho menos era aquel sueño de noche antes de que desapareciera.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora