55. Media vida amándote

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El transcurso del tiempo es imparable, y por ello, hacía ya un mes de aquella noche en el King's y todo parecía encontrar su sitio. María aún tenía problemas con llamar a Marina por "novia", pero aun así, encontró el valor para presentarla a sus amigas como tal, y no sólo a ellas, sino también a su familia. Lo cierto es que tanto sus padres como su abuelo se sorprendieron bastante, pero todos estuvieron más que contentos con la noticia. Los Gómez siempre habían visto en Marina aquella única chica que fue amiga de Luisita sin miedo a lo que pensaran, y la que se había tirado toda su vida ayudándola en todo, así que ya partía de que todos la adoraban. Y aunque María siguiera intentando mantener aquella fachada de antiromántica para no salir herida, lo cierto es que ya no podía evitar todas aquellas actitudes cariñosas que nunca pensó tener, incluso Marina lo notaba. Iban por muy buen camino.

Y el tiempo no sólo pasaba para ellas, pues también se acababa de cumplir medio año desde que Amelia había regresado a Madrid y parecía que habían pasado mil cosas, pero a su vez, parecía como si acabase de bajar de aquel tren desde Zaragoza aún con el luto de su madre y una gran incógnita sobre qué encontraría al llegar. Y sí, su relación con Luisita también iba por buen camino, y a decir verdad, estaban mejor que nunca.

Discutían, y aunque eso pudiera parecer algo malo, para ellas no lo era, de hecho, era algo bastante bueno. Luisita nunca se había atrevido a contradecir a su exnovia ni a negarse a nada por el gran miedo de que se alejara, y Amelia siempre había vivido aterrada a la idea de que alzar la voz significara parecerse a Tomás, sin embargo, ambas habían superado aquello incluso sin darse cuenta, simplemente porque se sentían realmente cómodas la una con la otra. De hecho, la primera vez que discutieron, ambas se dieron cuenta de aquello, y acabaron haciéndolo en el mismo suelo del salón. Las dos progresaban, tanto como pareja como individualmente.

Luisita estaba bastante avanzada en aquel libro que escribía, pero cometió el "error" de contarles a su familia el proyecto, y Marcelino no hacía más que agobiarla con la fecha de publicación, contando a todos sus parroquianos lo orgulloso que estaba de su hija porque iba a sacar un libro. En realidad, a ella tampoco le hacía tanta gracia aquella publicidad, ese libro no dejaba de ser un trozo de su historia, de su alma, algo demasiado personal que aún le costaba que viera la luz, pero también sabía que sus heridas servirían para evitar otras. Quien sabe, nunca se sabe quien podría estar sufriendo de esa manera, y quizás pudiera ayudar a alguien de su mismo barrio.

Amelia también avanzaba con la terapia, y aunque sabía que quizás aquellas sesiones serían algo que tendría que hacer durante el resto de su vida, su mejoría hacía que le compensara. Además, ahora tenía una familia que era su apoyo fundamental, y nunca pensó que podría existir ese tipo de felicidad.

Así que, ese día, seis meses después de la vuelta de Amelia y un mes desde que Marina y María empezaron su relación de forma oficial, la vida seguía.

María esperaba impacientemente en su habitación a que Amelia saliera del baño. No sabía que estaba haciendo, sólo sabía que llevaba ahí casi media hora y no se escuchaba ningún grifo, por lo que no se estaba duchando, y tampoco creía que se estuviera preparando para nada. Sin embargo, la que sí que se tenía que preparar era ella, porque había quedado y aunque fuera en su casa, quería estar presentable.

El silencio de la casa terminó por impacientarla, porque Luisita estaba en la asociación, y Amelia seguía en el cuarto de baño, así que decidió terminar con aquello.

– Amelia. – dijo tocando la puerta ya impaciente. – Necesito entrar de una vez.

Pero entonces, la ojimiel abrió la puerta enseguida y tiró de María para que entrara con ella al baño. Cerró la puerta y se la quedó mirando con una expresión algo extraña.

Un refugio en ti (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora