━ 𝐋𝐗𝐗𝐈𝐈𝐈: Mal de amores

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N. de la A.: cuando veáis la almohadilla #, reproducid el vídeo que os he dejado en multimedia y seguid leyendo. Prometo que no os arrepentiréis.

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──── CAPÍTULO LXXIII──

MAL DE AMORES

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        DRASIL SENTÍA QUE ESTABA LLEGANDO a una especie de límite. Había emprendido el camino de regreso a casa sin mediar ni una sola palabra más con Lagertha ni avisar a Ubbe o a su madre. Y lo había hecho con un molesto nudo en la garganta y los ojos anegados en lágrimas de rabia e impotencia. Los comentarios de la soberana no dejaban de repetirse una y otra vez en su cabeza, resonando en su mente como un eco penetrante. Debía haber supuesto que su preocupación por lo que había ocurrido con Margrethe no había sido algo sincero por su parte. Lagertha no se había acercado a ella en aquel momento de vulnerabilidad para ofrecerle consuelo y apoyo moral, sino para echar más leña al fuego. Y lo peor de todo era que lo había conseguido.

Aceleró un poco el paso cuando divisó en la lejanía la vivienda en la que residía junto a su progenitora, queriendo llegar y guarecerse entre sus cuatro paredes cuanto antes. Daba gracias a los dioses porque no hubiera nadie más merodeando por las calles de Kattegat; a esas horas de la noche o bien los lugareños estaban en el Gran Salón, disfrutando de la fiesta, o bien en sus casas. Mejor, así no se cruzaría con nadie ni tendría que aparentar que todo estaba bien.

Cuando finalmente llegó a su destino abrió la puerta y cruzó el umbral sin más demora. La recibió la calidez propia del fuego, que ardía en el hogar entre varios troncos gruesos. Aquella sensación tan acogedora logró reconfortarla, aunque solo fuese durante unos breves segundos. Cerró la puerta tras de sí y suspiró al darse cuenta de que se había dejado la capa en el comedor. Con las prisas y la tensión del momento se le había olvidado cogerla antes de irse.

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