━ 𝐗𝐋𝐈𝐈: Te conozco como la palma de mi mano

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•─────── CAPÍTULO XLII ───────•

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──── CAPÍTULO XLII ───

TE CONOZCO COMO LA
PALMA DE MI MANO

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        UNA EMOCIÓN FLAGRANTE flotaba aquella mañana en el ambiente del campamento del Gran Ejército Pagano. Habían regresado al norte, a Northumbria, donde se habían asentado cerca de la costa para así estar más próximos a su hogar y a sus rutas de saqueo. Ivar quería construir allí una fortaleza impenetrable donde poder asegurar su posición, concretamente en York, una ciudad situada junto a un río importante, no muy lejos del mar. Tal y como había aseverado El Deshuesado, aquello era lo mejor que podían hacer en esos momentos, puesto que no solo les brindaría la oportunidad de crear una colonia en la que poder aposentarse de forma permanente, sino que también les permitiría seguir ganando terreno en Inglaterra.

Aquel era el día que los Ragnarsson habían acordado para asaltar York. Habían esperado a que los habitantes de la villa celebraran uno de sus días santos —como bien les había enseñado su progenitor— para desatar su furia contra ellos, dado que era ahí cuando la mayoría de los cristianos se encerraba en la iglesia para rendirle culto a su dios. De este modo les resultaría más sencillo colarse en la ciudad y deshacerse de los soldados que la custodiaban, pillándoles desprevenidos. Las murallas no eran muy altas, por lo que podrían rebasarlas con unas simples escaleras de asedio. Después abrirían el portón para que el resto de la cohorte entrara y se hiciese con el control de la ciudadela.

Ubbe sería el encargado de abrir la puerta. Él, junto a otros guerreros y escuderas, sería el primero en poner un pie en York, aniquilando a los pocos guardias que hubiesen en las almenas para permitirles el acceso a sus camaradas, que aguardarían impacientes en el exterior, con sus armas en alto y su sed de sangre lista para ser saciada.

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