━ 𝐂: Habría muerto a su lado

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•─────── CAPÍTULO C ───────•

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────── CAPÍTULO C ──────

HABRÍA MUERTO A SU LADO

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        UBBE NO PODÍA APARTAR LOS OJOS DE SU ESPOSA. Drasil se movía de forma errática, con un frenetismo nada propio de ella. Ahora que Harald, Ivar y Hvitserk se habían convertido en los claros vencedores de aquel conflicto civil, no les quedaba más remedio que desaparecer. Kattegat ya no era un lugar seguro para ellos, de ahí que su prioridad en aquellos momentos fuera coger lo imprescindible y abandonar la capital junto a todo aquel que quisiera acompañarlos. Puede que huir con el rabo entre las piernas no fuese precisamente honorable, pero, teniendo en cuenta que El Deshuesado no se detendría hasta verlos muertos, no tenían otra opción. Era eso o quedarse y afrontar una muerte segura, y ni él ni Björn estaban dispuestos a ponérselo tan fácil a sus hermanos menores.

Con los ojos rojos e hinchados debido a las lágrimas que no había podido reprimir, la hija de La Imbatible avanzó hacia el arcón de madera ornamentada que reposaba junto a una de las paredes y lo abrió. De su interior sacó su ropa de escudera y sus protectores de cuero de repuesto y, con ello entre manos, volvió sobre sus pasos. Sobre el lecho conyugal había un morral de proporciones considerables que estaba llenando con sus efectos personales.

Habían regresado a Kattegat hacía apenas unos minutos, pero no tenían tiempo que perder. Ivar y Hvitserk no tardarían en arribar a la ciudad para reclamar lo que ahora les pertenecía, y ellos no podían estar presentes cuando eso ocurriera. Su hermano pequeño no se atrevería a hacerles daño a los habitantes de Kattegat —no si realmente quería ser rey—, pero a ellos... Con ellos no le temblaría el pulso. Se estaban tomando unos minutos para poder preparar sus petates y disponerlo todo para su partida, pero en cuanto estuvieran listos se reunirían con los demás en los establos. Allí se harían con unos caballos y saldrían al galope tendido, convirtiéndose así en proscritos.

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