━ 𝐋𝐗𝐗𝐗𝐕𝐈: Un sabio me dijo una vez

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•─────── CAPÍTULO LXXXVI ───────•

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──── CAPÍTULO LXXXVI──

UN SABIO ME DIJO UNA VEZ

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        KAIA INGRESÓ EN EL GRAN SALÓN DE KATTEGAT con paso firme y decidido. Ni siquiera se molestó en saludar a los guardias que custodiaban la puerta de doble hoja. Cruzó el umbral como una exhalación y, una vez dentro, ancló los pies en el suelo laminado y escrutó las inmediaciones de la estancia, buscando una figura en particular. Sus iris grises, que eran tan fríos e implacables como el hielo, no tardaron en dar con la persona a la que ansiaba localizar con tanta premura, avistándola junto a una de las mesas que había repartidas por la dependencia.

Lagertha se encontraba en compañía de Björn, el rey Svase y la princesa Snæfrid, con quienes platicaba distraídamente junto a una de las ventanas. Apenas faltaban cuatro días para que la boda que sellaría la alianza entre Kattegat y el pueblo sámi tuviese lugar, de ahí que a La Imbatible no le costara llegar a la conclusión de que, muy probablemente, estarían concretando los detalles de la ceremonia en aquel preciso instante.

Aunque poco le importaba, a decir verdad.

Con los puños cerrados y pegados al cuerpo, Kaia forzó a sus piernas a que se pusieran nuevamente en movimiento. Pasó de largo varias mesas y se detuvo frente a la que estaba ocupada por la soberana, que no demoró en centrar su atención en ella, al igual que sus acompañantes.

No se molestó en decir nada. Simplemente clavó sus orbes cenicientos —los cuales centelleaban con un inusual brillo— en Lagertha, quien sostuvo su acuciante mirada con estoicismo, quizás intuyendo el motivo por el que estaba allí. Björn, Svase y Snæfrid, por el contrario, contemplaron a la castaña con una mezcla de curiosidad y expectación.

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