━ 𝐗𝐂𝐈: Una decisión arriesgada

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•─────── CAPÍTULO XCI ───────•

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─── CAPÍTULO XCI──

UNA DECISIÓN ARRIESGADA

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        LOS DÍAS POSTERIORES A LA PRIMERA BATALLA habían sido un auténtico no parar. Ya habían transcurrido casi dos semanas desde que los dos ejércitos se habían enfrentado en aquella amplia explanada, dando por iniciada la guerra civil entre Vestfold y Kattegat, y lo cierto era que no podían haber sido más agotadoras. Tras la orden de retirada del rey Harald Cabello Hermoso, los supervivientes a la contienda se encargaron de buscar y ayudar a los que habían resultado heridos para así poder transportarlos al campamento a través de caballos y carretas. A los que ya no estaban en Midgard, por el contrario, a aquellos que habían caído durante la lucha y que ahora disfrutaban de rica cerveza e hidromiel en el Valhalla o en el Fólkvangr, se les había incinerado en una ceremonia sencilla pero emotiva.

A lo largo de esos diez días se habían atendido a los heridos, arreglado los desperfectos en armas y armaduras y aumentado el número de vituallas. Se habían reparado los escudos astillados y afilado nuevamente las espadas y las hachas, y también se habían fabricado nuevas flechas y lanzas de madera con puntas de acero. Incluso se había fortificado el asentamiento, en torno al cual se habían cavado zanjas y fosos repletos de estacas que apuntalaban el perímetro. Y todos, sin excepción, habían participado en las diversas tareas. Los que no se encargaban de las armas salían a cazar y a buscar provisiones. Quienes no cocinaban se ocupaban de mantener limpios y bien cuidados a los caballos. Los sanadores, esclavos y todo aquel que se ofreciera voluntario trabajaban incesantemente atendiendo a los heridos.

Esta última no era una labor agradable, puesto que muchos de los que yacían en aquellas tiendas que hacían la función de enfermerías se encontraban prácticamente al borde de la muerte. A algunos se les había tenido que amputar miembros insalvables, otros poseían heridas tan espantosas que hasta el hombre más fuerte y curtido sentiría náuseas con solo posar sus ojos en ellas y una escasa minoría se había sumido en un sueño profundo del que no parecía que fuera a despertar.

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