━ 𝐗𝐂𝐕𝐈𝐈𝐈: Es mi destino

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N. de la A.: cuando veáis la almohadilla #, reproducid el vídeo que os he dejado en multimedia y seguid leyendo. Así os resultará más fácil ambientar la escena.

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─── CAPÍTULO XCVIII──

ES MI DESTINO

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        UN ESCALOFRÍO RECORRIÓ la espina dorsal de Drasil, haciendo que el vello de la cerviz se le erizara. Sus iris esmeralda no se apartaban de la figura con la que se había topado de improviso, en tanto deambulaba por el campo de batalla y arremetía contra todo aquel que perteneciera al bando contrario. Su respiración estaba agitada —siendo el aire fuego en sus pulmones— y el corazón le latía con tanta fuerza que tenía la impresión de que en cualquier momento se le saldría del pecho. Y es que volver a encontrarse con aquellos orbes avellana que parecían querer traspasarla como el más afilado de los cuchillos era algo que había tratado de evitar desde que el combate había dado comienzo.

Liska parecía igual de asombrada que ella, puesto que se había quedado petrificada, con todos y cada uno de sus músculos en tensión. Su larga melena rojiza permanecía recogida en una intrincada trenza que le llegaba a la mitad de la espalda y en la piel de su rostro —pálida y llena de pecas— podían apreciarse restos de pintura azulada. En su mano derecha sostenía una espada cuyo filo estaba teñido de un brillante tono escarlata, mientras que en la izquierda blandía una pequeña hacha que actuaba como sustituta de su escudo.

Su presencia en aquella explanada no sorprendía a la hija de La Imbatible, dado que tuvo la oportunidad de verla en la primera batalla, entre los hombres y mujeres que lucharon junto a Harald, pero sí había mantenido la esperanza de no tener que enfrentarla. No por miedo, ni mucho menos, sino porque no quería hacerla daño. Puede que el comportamiento de la pelirroja hubiese dejado mucho que desear en Inglaterra, pero lo último que quería Drasil era mancharse las manos con su sangre. Una cosa era pelear contra caras desconocidas, personas sin nombre, y otra muy distinta contra aquellos con los que había compartido momentos de su vida. Y Liska, por muy mal recuerdo que tuviera de ella, pertenecía al segundo grupo.

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