━ 𝐗𝐗𝐗𝐈𝐕: Yo jamás te juzgaría

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•─────── CAPÍTULO XXXIV ───────•

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──── CAPÍTULO XXXIV ─────

YO JAMÁS TE JUZGARÍA

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       LO PRIMERO QUE SINTIÓ nada más abrir los ojos fue una intensa sequedad en la boca. Sus músculos permanecían contraídos de puro dolor y una terrible sensación de agotamiento le entumecía el cerebro. Todos sus sentidos estaban embotados, pero poco a poco su mente fue recuperando la lucidez de la que siempre hacía gala. El pitido de sus oídos había desaparecido, aunque sus sienes palpitaban a causa de un incipiente dolor de cabeza. Parpadeó varias veces seguidas, a fin de recobrar la nitidez, y se removió bajo la gruesa manta que la cubría. Se relamió los labios, que estaban secos y agrietados, y contempló con sumo detenimiento lo que parecía ser el techo de un edificio construido en sólida roca.

El aire se le quedó atascado en los pulmones al no encontrar familiar aquella fría estructura. Trató de recapitular los últimos acontecimientos, en un intento desesperado por recordar qué había sucedido y cómo había llegado hasta allí, pero no consiguió sacar nada en claro.

Una molesta presión se instauró en su pecho. Se sentía confundida y desorientada, tanto que su corazón aumentó considerablemente el ritmo de sus latidos, alcanzando una cadencia casi frenética.

Luego de despejar las últimas brumas de la inconsciencia que todavía se aferraban a ella, volvió a retorcerse sobre sí misma, esta vez con mucha más brusquedad, provocando que una punzada de dolor le atravesara el costado izquierdo. 

Comprimió la mandíbula con fuerza, haciendo rechinar sus dientes, y cerró las manos en dos puños apretados. Las uñas se le clavaron en las palmas, donde dejaron una serie de muescas con forma de media luna, y sus nudillos se tornaron blancos como la nieve recién caída.

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