━ 𝐋𝐗𝐗𝐕𝐈: Ya no estás en Inglaterra

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•─────── CAPÍTULO LXXVI ───────•

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──── CAPÍTULO LXXVI──

YA NO ESTÁS EN INGLATERRA

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       HABÍA EMPEZADO A PERDER LA NOCIÓN DEL TIEMPO. Ya llevaba casi tres meses en aquel lugar alejado de la mano de Dios, cinco desde que los escandinavos lo habían convertido en su prisionero. Los días comenzaban a entremezclarse y a tornarse difusos, siendo cada uno prácticamente igual al anterior, y sus rutinas se habían vuelto monótonas y mecanizadas, insustanciales a más no poder. Aunque no era de extrañar, teniendo en cuenta que tan solo se trataba de un simple esclavo.

«Esclavo...» Aquella palabra se le seguía atragantando, causándole una enorme aversión. Puede que ya llevara varias semanas privado de toda libertad, pero a su mente aún le costaba asimilar que ya no fuera un soldado al servicio del rey y la cristiandad. Que su vida y su destino hubiesen dejado de pertenecerle.

Y todo por cruzarse en el camino de esa joven pagana que tanto lo había descolocado en su momento. Su primer encuentro se había quedado grabado a fuego en su memoria, el cómo se habían enfrentado en una batalla de lo más sangrienta por la liberación de York.

Al principio le había costado entender por qué no lo había matado, el motivo por el que lo había dejado con vida, pero ahora todo estaba más claro. Había pasado el tiempo suficiente con Drasil para percatarse de que no era como sus compatriotas, que había algo especial en ella: una curiosidad y unas ansias de conocimiento que no parecían tener fin.

El rencor y el resentimiento por haberlo arrastrado lejos de su hogar continuaban ahí, así como el recelo y la desconfianza, pero no era estúpido. Sabía que era afortunado por haber acabado en manos de la castaña y no de cualquier otro vikingo. Y también era consciente de que, de haberse quedado en Inglaterra, habría corrido la misma suerte que los compañeros sajones con los que fue capturado. Ivar Ragnarsson lo habría torturado para arrancarle hasta el último pellizco de información, y luego lo habría matado. Y le repateaba admitirlo, pero... Drasil lo había salvado de tan funesto destino al convertirlo en su thrall y llevárselo consigo a Noruega, poniéndolo bajo su protección.

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