━ 𝐋𝐗: Me lo debes

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N. de la A.: os aconsejo escuchar la canción de multimedia mientras leéis la primera parte del capítulo. Así os resultará más fácil ambientar la escena.

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──── CAPÍTULO LX──

ME LO DEBES

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        EL BOSQUE CADUCIFOLIO que se erigía al suroeste de Kattegat era considerado un santuario para la mayoría de los habitantes de la capital. Las encinas, los fresnos y los serbales —entre otros tipos de árboles— que constituían aquel lugar de culto se alzaban imperiosos unos por encima de otros, conformando una inmensa bóveda glauca de hojas y ramas que solo era atravesada por la tibia luz del sol. El tvímánudr*, el quinto mes del misseri de verano, había traído consigo un ligero descenso de las temperaturas, junto con las primeras tormentas del equinoccio. Los días empezaban a ser más cortos y algunos árboles ya comenzaban a amarillear, señal inequívoca de que el skammdegi estaba cerca.

Se encontraba de pie frente a un enorme arce, tan inmutable que parecía una estatua, uno de los numerosos tótems que había en el templo Uppsala para rendirles pleitesía a los Æsir y a los Vanir.

Estaba quieta, con la mirada fija en un punto concreto del suelo y los pies clavados sobre la tierra húmeda. Llevaba un pañuelo oscuro que ocultaba casi todo su cabello, pero algunos mechones rebeldes asomaban junto a sus mejillas, ondeando al compás de la brisa vespertina. El paisaje era abrumador; todo el horizonte estaba siendo consumido por las llamas del atardecer.

Respiró hondo y exhaló despacio, tratando por todos los medios de mantener sus inestables emociones bajo control. A su alrededor los gorriones y los pinzones piaban frenéticamente mientras buscaban un sitio en el que pernoctar, siendo aquel gigantesco arce su objetivo para esa noche. Su canto resultaba tranquilizador, reconfortante incluso, pero nada podía aliviar su dolor. Nada podía librarle de esa congoja que llevaba acompañándola desde hacía una semana, estrujando su corazón, rompiéndolo en mil pedazos.

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