━ 𝐗𝐗𝐕: Como las llamas de una hoguera

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•─────── CAPÍTULO XXV ───────•

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────── CAPÍTULO XXV ──────

COMO LAS LLAMAS DE
UNA HOGUERA

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        EL ESTRUENDO DE LA BATALLA aún resonaba en los oídos de Ubbe. Aquella baraúnda de metal contra metal, aunada con los relinchos de los caballos y los gritos desgarradores de los sajones, continuaba martilleándole las sienes, como si todavía se encontrara inmerso en el efímero enfrentamiento que ambos bandos, paganos y cristianos, habían protagonizado hacía apenas unas horas. 

La victoria por parte del Gran Ejército había sido aplastante. El rey Ælla jamás imaginó que los hijos de Ragnar Lothbrok, el infiel que tantos quebraderos de cabeza le había ocasionado, se presentarían en sus dominios con un séquito tan colosal y monstruoso. 

Lo demostró en el momento en que, con la altanería que le caracterizaba, comandó su cohorte —de dimensiones insignificantes en comparación con la multitud de guerreros y skjaldmö que coreaban el nombre de Odín desde las filas enemigas—, creyendo que el soplo de buena suerte que le había permitido acabar con el caudillo vikingo más famoso de todos los tiempos le acompañaría también en aquella reyerta.

No pudo estar más equivocado.

Los Ragnarsson no habían escatimado esfuerzos a la hora de reunir una milicia con la que hacer temblar toda Inglaterra. Habían allanado las costas de Northumbria con un hambre voraz y una sed de venganza que Ælla había tenido la desgracia de experimentar en sus propias carnes. 

Porque, luego de aniquilar a todos y cada uno de sus guerrilleros, dejándole únicamente a él con vida para poder sonsacarle la localización del lugar en el que Ragnar había exhalado su último aliento, los hermanos, en compañía de un reducido grupo de beligerantes —entre los que se encontraban Eivør y Drasil—, pusieron rumbo hacia el pequeño claro del bosque en el que, según el orondo hombre, había ocurrido todo.

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