━ 𝐋𝐗𝐈𝐕: Es tu vida

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•─────── CAPÍTULO LXIV ───────•

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──── CAPÍTULO LXIV ───

ES TU VIDA

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        LOS DIOSES PARECÍAN ESTAR concediéndole una pequeña tregua a Kaia, que poco a poco se iba recuperando de sus heridas internas, aquellas que no habían hecho más que resquebrajar su maltrecho corazón a raíz de la traición de Trygve y la pérdida de su hija nonata. El retorno de Drasil, tras tantos meses separadas y sin saber nada la una de la otra, había sido el tónico perfecto para ella. Su simple presencia, el hecho de volver a oír su voz y su risa, había iluminado de nuevo su vida, ocasionando que no se sintiera tan sola y desamparada. La ayudaba a dejar de pensar en todo lo que había ocurrido desde que el Gran Ejército había partido hacia Inglaterra, de torturarse y mortificarse. Ambas estaban tratando de recuperar el tiempo perdido y La Imbatible no podía sentirse más feliz de volver a tener a su primogénita sana y salva junto a ella.

Los primeros días a su regreso habían sido duros, no lo iba a negar. Drasil la había puesto al corriente de todo lo que había sucedido en territorio sajón, de todo por lo que había tenido que pasar. Le había resultado imposible no derramar alguna que otra lágrima al escuchar que había resultado herida en el campo de batalla, mientras peleaban contra Æthelwulf —quien ahora era el rey de Wessex— y su ejército, tal y como le había comentado Harald el día que fue a hablar con él a las barracas, antes de que Trygve lo liberara y huyese con él. Con la única diferencia de que el gobernante de Vestfold había afirmado falsamente que su hija no había sido capaz de sobrevivir a sus heridas y que, por tanto, había muerto ese mismo día, buscando destrozarla y hundirla en un pozo de amargura y desesperación luego de no haber podido salirse con la suya.

Por desgracia para él —y suerte para ella—, Kaia no había creído ni una sola de sus palabras, consciente de que solo pretendía hacerla daño por haber rechazado su oferta de convertirse en su reina a cambio de ayudarlo a escapar con vida de Kattegat. Aquella jugada por parte de Harald había sido demasiado predecible, incluso para alguien como él, aunque debía reconocer que había servido para implantar la duda en su interior, y más después de que Hilda le contara la visión que había tenido sobre Drasil. Esa en la que su pequeña caía en combate y era engullida por la más absoluta oscuridad.

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