━ 𝐗𝐗𝐈𝐈: No me arrepiento de nada

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•─────── CAPÍTULO XXII ───────•

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────── CAPÍTULO XXII ──────

NO ME ARREPIENTO DE NADA

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        DRASIL SE MORDISQUEÓ el interior del carrillo, soliviantada. Sus orbes esmeralda escrutaron con sumo detenimiento las inmediaciones del cubículo en el que se encontraban, mientras sus manos jugueteaban frenéticamente la una con la otra. Después de que ella y Ubbe desataran la pasión ardiente que, desde que se conocían, había existido entre ambos, el joven la había conducido a un lugar más privado, lejos de miradas y oídos indiscretos. Había entrelazado su mano con la de la skjaldmö y, luego de asegurarse de que nadie los había visto, la había guiado a través de las laberínticas calles que conformaban Kattegat, concluyendo su trayecto frente a las puertas de un pequeño pajar, donde sabía que nadie les molestaría.

Drasil sintió cómo las mejillas se le arrebolaban al examinar el sitio en el que iban a terminar lo que habían comenzado en aquel oscuro callejón. 

El habitáculo, construido en fría piedra, contaba con dos ventanucos a través de los cuales se colaba la luz de la luna, iluminando parcialmente los montones de paja que había esparcidos por el suelo.

Percibió la inconfundible presencia de Ubbe a su espalda, provocando que sus pulsaciones volvieran a dispararse. Las manos del primogénito de Ragnar y Aslaug recorrieron su estrecha cintura hasta detenerse en su vientre, que se contrajo ante su cálido toque.

Drasil cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, apoyándola en el hombro de Ubbe. Este no tardó en apartar su exuberante melena, despejando así su cuello. La escudera tuvo que apretar los labios en una fina línea para contener el gemido que amagaba con escabullirse de su garganta, en tanto el Ragnarsson dejaba en su inmaculada piel un camino de besos y suaves mordiscos que no hacían más que incrementar sus ansias de tenerlo dentro de ella.

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