Intento 5

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Se trataban voces carentes de género y edad. Esteban no podía decir si eran de hombre o de mujer; niño o niña, joven, adulto o mayor; si era una sola voz o más de una, pero la comunicación era clara, melodiosa y redundante; como para cerciorarse que la persona que lo escuchara pudiera entenderlo sin duda alguna:

"Te estamos esperando. Hemos viajado hasta este lugar a fin de hacerte llegar nuestro mensaje. Si tienes el otofix, nos estás escuchando; si tienes el ocufix, nos estás viendo. Si pensaste que esta era la llegada, tu destinación, el final, estás equivocado. Esta es la salida, tu punto de partida, el inicio. Fíjate en este mapa, memoriza sus detalles. Sigue el camino indicado por la línea roja para llegar a Vaspulia. Dirígete por el camino de la línea roja demarcada en el mapa. Toma exclusivamente el camino de la línea roja. Solo el camino indicado por la línea roja dibujada en el mapa. Una vez en Vaspulia, abre la puerta."  Y la comunicación se reiniciaba y volvía a repetirse.

El cientifíco agarró su librel y escribió palabra por palabra la trasmisión que se alejaba en la distancia junto con los colores de la supuesta aurora boreal. Aquellos se hicieron más tenues paso a paso hasta que, de pronto, así como llegaron, desaparecieron sin dejar ningún rastro de haber bailado a través de las estrellas.

Esteban se apresuró a entrar en la carpa, sacó lápiz y papel, y copió lo que había escrito en su librel, No vaya a ser que la tecnología me falle, se dijo mientras recordaba las veces que su computadora le había borrado notas importantes de su investigación por algún capricho del programa, ¡incluso perdió un mes de trabajo en una ocasión! El librel no era más que eso, una mini computadora portátil cuyo nombre completo era libreta electrónica.

A veces, un simple lápiz y papel es el método más seguro y confiable, razonó. Cerró la puerta de la carpa y prendió el aire climatizado portátil, de forma y tamaño de un huevo, que funcionaba con baterías de eterna vida – BEV. Con garantía de cien años de duración, estas también tenían garantía de cien años de costo para su usuario, por cuanto requerían de un código que cambiaba cada mes y había que pagar para obtenerlo. Ajustó la temperatura a ocho grados, un poco frío, pero el ahorro de energía le significaba usar las pilas por un tiempo mayor. En todo caso, siempre podía vestir su casaca dentro de su bolsa de dormir que estaba diseñada para zonas frígidas. Se enfundó en su lecho, encendió su linterna (de BEV) y se puso a analizar el mensaje recibido. Lo leyó varias veces. 

Por lo que había pasado aún su respiración era agitada, así como su pulso: Escuchar esas voces, ¡qué increíble! Increíble, pero cierto, ¿verdad? Consideraba Esteban una y otra vez. No me estaré volviendo loco... ¿No será una especie de alucinación? No, no podía creer que lo que había visto y oído con tanta claridad era el resultado de algo en su mente que fallaba, ¿cómo su cerebro le hubiera hecho tremenda jugarreta? En especial cuando todo, por más inaudito que pareciese, tenía una narrativa bastante lógica. No era posible que hubiera asimismo imaginado los eventos que lo llevaron a abandonar su mundo (¡incluso a Isabel!) y partir volando sin pensarlo dos veces a este lugar perdido. Le parecía increíble que en una semana uno cambiase su vida de modo tan radical, así que su cerebrito requería comportarse en plena forma porque, de no ser así, O estoy  loco de remate y mi única destinación es en la casa de enfermos mentales sin posibilidad de cura o, si estoy en lo correcto, lo necesito alerta y funcionando a toda máquina para encarar lo que se me venga, se dijo.

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