Intento 116

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Samir se hallaba sorprendido de haber disfrutado el encuentro de frescavoliu, por el hecho de no ser ser un fanático de mirar torneos deportivos. En su casa, sus padres no se perdían la competencia nacional y el mundial de Lacrosse. Cuando había un partido, podía garantizar verlos sentados frente a la pantalla. Esos días, él los aprovechaba para salir a hacer escalada de roca en el farallón del parque de conservación de Lobla, que quedaba a unos cuarenta minutos de auto o autobús. Resultaba ser el momento perfecto, siempre y cuando no lloviera, ya que era casi garantizado que tendría el lugar para él solo porque la mayoría de gente estaría haciendo lo mismo que sus padres: hipnotizados ante la contienda de Lacrosse.

El estudiante del Einstein se había preparado con resignación a observar el frescavoliu, él hubiera preferido pasar un tiempo adicional en el laboratorio de ciencias astronómicas del CTC, buscando algún indicio del túnel de convergencia. Sin embargo, ahora el laboratorio estaba cerrado y, en el caso que alguien lo encontrara allí, se hubiera percibido como muy extraño. Si no querían levantar ninguna sospecha, esa no era la forma astuta de actuar. El día que se la pasó con Mandi investigando las paredes del susodicho, ninguno de los dos descubrió nada, mas tenía que tomar en consideración, que en muchas ocasiones se distrajeron del trabajo para conversar sobre diferentes cosas. Además, sentía que no se concentró como lo hubiera hecho, si ella no hubiera estado con él. Por intervalos su razón volaba, interrogándose cuál sería la reacción de la chica si, aprovechando el hallarse solos, él le dijera... o se le ocurriera robarle un be... Samir cerró los ojos y borró de su pensamiento esas ideas locas para regresar a los dibujos de las paredes del laboratorio. Estaba seguro que alcanzó a avistar algo que le indicaba la localización de un túnel de convergencia. Un segundo extra y podría atisbar con claridad en su mente el dibujo que se refería a eso...

"¡PUUUUUNTOOOOO!!!!!!" había gritado el público entusiasmado.

El muchacho extranjero abrió los ojos, interrumpido por los gritos escandalosos de júbilo. Vio que Mandi había hurtado el bastón y se preparaba a pasar a la cancha del costado derecho. Alex y Tsi no parecieron haberse dado cuenta, los dos estaban por completo ensimismados charlando, no prestaban atención para nada de lo que sucedía unos metros más allá en el campo de frescavoliu. Samir decidió que no era una buena idea inmiscuirse en su conversación, por lo que desvío su atención hacia el partido, donde se quedó entretenido por la duración del mismo.

Ahora, el estadio se había transformado en un centro de celebración. Después del encuentro, taparon las canchas rápido con un material flexible como de tela, pero sólido como de madera. La gente descendió allí para comer, platicar y, hacia la esquina derecha, moverse bajo el ritmo de unas luces en lo que se podía comparara como bailar. Los estudiantes del CTC y jóvenes de Crunjick se mostraban de lo más alegres: ¡su equipo había ganado la contienda! Todos felicitaban a la foránea por su actuación; ella no fue la mejor jugadora del grupo, no obstante, su presencia resultó de una gran ayuda. Para ser un Crompelis, fue algo sobremanera inesperado que se movilizara en la silla con ruedas tan bien, lo que en varios momentos confundió a sus oponentes y dio ventaja al bando del CTC.

Terminado el juego, Mandi se fue a tomar un baño en las facilidades para ese propósito del estadio y al poco rato se reunió con Tsi, Samir y Alex, guiada por la voz de la primera. Mas no se quedó mucho con ellos, sus camaradas de frescavoliu se la robaron a la zona de baile para festejar juntos. La nieta de Fle le propuso al muchacho pelirrojo para también ir hacia dicha ubicación. Él se rehusó al inicio, diciendo que no sabía nada de eso de bailotear, sin embargo, ella insistió que le enseñaba y al final aceptó para evitar que terminara yéndose sola y perder así su preciosa compañía. Trataron de persuadir a su amigo de ojos verdes a que también fuera con ellos, pero sintiendo que iba ser un intruso, aquel los convenció de que se iba divertir más mirando a Alexander haciendo el ridículo danzando.

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