Intento 34

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 "¡Es la alarma de incendios!" exclamó la chica Vora. "Miren, ¡parece venir de nuestra cocina!"

En ese momento, Samir, Yurik, Liu y Mandi vieron salir al chef que habían dejado trabajando mientras ellos almorzaban. Llevaba en las manos una bandeja de bizcochos transformados en carbones, que humeaban como si hubieran pertenecido a un volcán. El sonido ensordecedor paró y se escuchó una voz clara decir en tono calmado:

"No hay porqué preocuparse. Es una falsa alarma. Todo está bajo control. Repito, todo está bajo control. Por favor, continúen disfrutando su día," y el mismo mensaje prosiguió varias veces más.

Los jóvenes ayudantes del restaurante principal volaron a ver al chef con su cargamento negro fumante. Cuando se acercaron, notaron que el pobre se encontraba empapado de pies a cabeza.

"¡Fueron los benditos bizcochos!" exclamó furioso. "De pronto salieron unos vapores del horno que hasta yo pude oler, a pesar de tener la nariz completamente insensible por lo de mi resfrío. Cuando abrí su puerta, me envolvió un humo negro y el timbre detector contra incendios comenzó a sonar como loco. Ni me dio el tiempo de sacar los bizcochos. El sistema de protección comenzó a lanzar su ducha de agua desde el techo de la cocina, lo que me dejó empapado como me ven ahora. Apagué el horno y corrí a desconectar la bulla loca. También mandé un mensaje al centro de bomberos, para abortar cualquier intento de venir a salvarnos del incendio de los bizcochos. Después me comuniqué con la central del hotel, para informarles que se trataba de una falsa alarma."

Los cuatro amigos no sabían qué decir. Yurik estaba que se aguantaba la risa ante la situación y la apariencia del pobre hombre, que se encontraba mojado hasta los huesos, con el pelo goteando agua y cargando aún los carbones de bizcochos que todavía exhalaban emitiendo un olor espantoso. Liu tenía los ojos de lo más abiertos, escuchando sin creer la historia. Mandi intentaba atinar palabras para consolar y ayudar al chef, al mismo tiempo que se hallaba pensando en qué estado andaría la cocina en ese momento. Samir se sentía espantado, ¿cómo había podido ocurrir esto? En tal instante llegó Naresh Vora:

"Ahhh, aquí están, me alegra ver que todos se encuentren bien. Aparte de la cocina que está hecha un desastre, no hay nada de qué preocuparse. Lo que sí, les va tocar limpiarla a ustedes," anunció dirigiéndose a los cuatro jóvenes. "Los chefs tendrán que ir a iniciar a preparar las cosas para la cena de la noche en otra cocina. Apenas ustedes terminen, nos avisan para poder regresar."

De pronto, el recién arribado se percató de la bandeja conteniendo los bizcochos carbonizados.

"Por lo visto, estos pequeños fueron los que causaron el problema."

"Debe haber sido mi culpa," intervino el chico Hafar. "No sé qué pude haber hecho mal, porque encima creo que los puse a cocinar a una temperatura baja. Mandi me dijo de ponerlos a trecientos cincuenta, y como la máxima potencia del horno era de doscientos cincuenta, los metí a esa temperatura pensando que yo había oído mal."

"Pero estaba bien," repuso la muchacha aludida, "se tenían que cocinar a trecientos cincuenta. Me parece rarísimo que no encontraras esa potencia, y más raro todavía que se hayan quemado a doscientos cincuenta."

"¿Dices, Samir, que el horno solo llegaba a doscientos cincuenta?" preguntó el papá de Mandi, que continuó sin esperar a que le respondieran, "Por casualidad, ¿no habrás utilizado ese antiguo que está en el rincón?"

"Sí," contestó él. "Todos los otros estaban ocupados y Liu me había dicho que ese funcionaba bien."

"Creo que ya entiendo lo que ha sucedido...," replicó el Chef Vora, mirando a la chica Suon como invitándola a terminar de explicar.

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