Intento 12

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Caminar ese día en el aeropuerto requería de una serie de destrezas: esa de evitar toparse con las personas apuradas en llegar a tiempo al estand de su vuelo; la de esquivar a los listos para viajar con sus coches atiborrados de maletas, donde a más de uno se le caía una pieza de equipaje al tomar alguna curva cerrada o al frenar de súbito a fin de evadir a cualquiera que se cruzaba en su camino; y aquella para no ser atropellado por uno de los carritos eléctricos que llevaban a otros pasajeros.

Personas, personas y más personas. Una colección de expresiones diferentes: la mirada estresada por no perder el avión; los ojos llorosos por despedirse; la gran sonrisa por emprender el viaje soñado; las ansias de no poder aguantar un minuto extra el arribo de alguien especial. No faltaba el niñito que lloraba, por no poder llevar dentro del aeroplano su muñeco preferido; además del bebé dormido como un lirón, bajo los brazos de padres esperanzados de que siguiera así durante la travesía. Y la lista aún podía continuar.

Era el período del año durante el cual la mayoría de gente salía de viaje, excepto por los empleados de las líneas aéreas. Para ellos, la anhelada época de vacaciones significaba olvidarse del tiempo extra con un cafecito o de la charla contándose el último chisme mientras aguardaban que algún cliente arribara.

"Pasajeros para el vuelo 587 con destino a San Eustaquio: señores Isabel Simas, Jorgen Samuelsen y Rigoletto Malcini, acérquense al mostrador por favor."

"Buenos días, soy Isabel Simas. Perdón que me demorara un tanto en llegar, pero escuché la llamada justo cuando hacía la cola de seguridad antes de entrar a la sala de espera. Lo que pasa es que mi avión para tomar esta conexión llegó un poco atrasado."

"Entiendo, no es un problema grave," afirmó de manera gentil la encargada, a pesar que su expresión decía todo lo contrario. Ella era la imagen perfecta de la profesora terror de la escuela que se evita pasar cerca por miedo a ser mandado en detención, a causa de haberse atrevido a molestarla debido al sonido de  pasos.

"Es solo para confirmarle que tiene asiento en el vuelo que sale en treinta minutos. Al parecer, usted compró el pasaje a último momento," añadió en son de reproche, mientras Isabel visualizaba que, en cualquier instante, la mujer sacaría una regla de plástico para golpearle la mano al estilo de los siglos pasados.

"Pero ha tenido suerte," continuó. "Tres reservas han sido canceladas, las tres en primera clase. Me imagino no es problema que la hagamos volar en primera, ¿verdad?" inquirió con sarcasmo y, sin aguardar respuesta, bajó la mirada para ponerse a leer en su pantalla, dando por terminada la conversación.

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"Pasajeros para el vuelo 587 con destino a San Eustaquio: señores Jorgen Samuelsen y Rigoletto Malcini, acérquense al mostrador por favor."

Un rubio barbudo se atragantó con el café que tomaba,

"¿Rigoletto? Malcini, ¿te llamas Rigoletto?" y no pudo agregar ni media palabra, interrumpido por su propia risa.

"¿Y cuál es tu problema con mi nombre, Samuelsen? Debe ser porque eres un ignorante que no sabe que Rigoletto es el personaje de una ópera famosa, ¡nada más y nada menos que una ópera de Antonio Verdi!"

"Eee... ¿No es Giuseppe Verdi?" cuestionó en tono tímido el grandote, un tanto atemorizado por la agresividad de su compañero.

"Antonio o Giuseppe, que más da. Verdi, ¡es Verdi! ¡El gran compositor de la ópera inmortal Carmen!"

"Eee..., creo que Carmen es de Bizet..."

"Samuelsen, ¡qué hablas! ¡Ahora solo falta que digas que Don Giovanni fue compuesta por Mozart!" cortó en forma indignada el otro.

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