Intento 20

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 "¿Cómo van mis amigas?" preguntó Esteban. "Al parecer de lo más cómodas, ¿verdad? Yo estoy bien, gracias. Aunque parezca mentira, me encuentro mejor que cuando empecé todo esto. Claro, todavía tengo muchas cosas por resolver y nunca me imaginé, ni por un segundo, que la visita a mi tío Diego terminara llevándome aquí... ¡Ah! Pero no les he contado qué pasó cuando lo vi, ¿no?

"Llegué a Gergis tarde en la noche. No me pareció una buena idea ir a despertar al Pollo a su casa a esas horas, así que busqué un hotel para dormir. Al día siguiente, salí temprano en la mañana sin desayunar, no quería perder tiempo en eso. Mi tío, con setenta y pico de años, ya se ha retirado del trabajo, pero es una persona activa y, como hacía mi mamá, suele levantarse temprano. A eso de las siete y media yo tocaba a su puerta.

"¡Esteban! ¡Qué sorpresa! ¿Qué haces por acá? ¿Está todo bien?"  Me interrogó muy desconcertado al hallarme parado en la entrada de su casa.

"Hola, Pollo," dije, y no pude evitar darle un fuerte abrazo porque, en ese instante, una sensación de nostalgia y cariño me envolvió al verlo. Abrazarlo era, en gran parte, recordar y abrazar a mis padres.

 "Pasa, pasa," me ofreció de inmediato. "No es que no esté contento de verte, pero no esperaba tu visita. ¿Ya desayunaste? ¿Quieres tomar algo? ¿Desde cuándo estás en Gergis?" me interrogó a la par que caminábamos hacia la cocina. Y señalando la mesa añadió, "Siéntate, por favor."

"Gracias. No necesito nada, gracias. Llegué ayer bastante tarde. Disculpa que no te haya llamado para decirte que venía, fue una decisión de último minuto. Estoy acá porque recibí un paquete de mis padres y..."

"¡De tus padres! ¿Cómo es posible?"

"Es esto," repuse mientras lo sacaba de mi mochila y lo depositaba en la mesa.

"El Pollo lo miró con cara de no reconocerlo y, por instinto, trató de abrir la caja. Fue entonces que le conté cómo la recibí, cómo también intenté abrirla y, por último, le enseñé la nota de mi madre. Él la observó un buen rato. Sin pronunciar palabra, y como si fuera en cámara lenta, lo vi llevarse las manos al cuello, sacarse una cadena de la que pendía un pequeño estuche metálico rectangular y, con cuidado, lo puso al frente de mí. Yo seguía callado, estaba seguro que mi tío Diego tenía una explicación, pero debía darle tiempo para que me la diera. Después de unos segundos, que para mí fueron como horas, por fin habló:

 "Por lo visto, ha llegado el momento de entregarte esto. Tu madre, siendo la hija mayor de la familia, tenía la responsabilidad de pasar el Mensaje. No me preguntes cuál es ni qué es, ya que solo conozco la pequeña parte de la historia que me contó tu mamá. Ella no me quiso decir prácticamente nada porque se supone que yo no tengo por qué estar enterado del cuento.

"Como sabes, el año anterior de la muerte de tus padres, fui de visita a su casa para darles una mano con las renovaciones que hacían."

"Yo asentí con la cabeza, siempre me pareció un poco extraño que mi madre llamara a mi tío a que los ayudara con eso cuando él nunca había clavado un clavo en su vida.

"Fui contento de tener una oportunidad de verlos. Tú sabes que Mariana y yo éramos muy unidos, y me llevaba muy bien con tu papá. Por otro lado, estaba un tanto intrigado que ellos me necesitaran para las renovaciones de su casa. Al final resultó ser verdad: tu mamá requería mi ayuda, aunque no la relacionada con ningún tipo de construcción. Durante una mañana, cuando tu papá había salido a comprar unas latas de pintura, ella aprovechó la oportunidad de encontrarnos solos para darme esto," y el Pollo señaló el estuche, luego continuó,

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