Intento 94

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 "¿Ya estamos cerca del agua?" interpeló Rigoletto Malcini. "Es un buen rato que estamos caminando..."

"A este paso, todavía nos queda como media hora más," informó Isabel sin despegar la vista del SPG.

"Malcini, tienes agua en la botella dentro del bolsillo izquierdo de tu mochila," indicó su asociado.

"Lo sé, Samuelsen, pero ya me la terminé. Además, estos nos están haciendo correr, ¿ves cómo caminan? Pareciera que los estuvieran persiguiendo o algo. No me caería mal un descansito."

"Descansaremos donde se localiza el agua," aseveró en tono seco Esteban.

"¿Y a ti, Tochigi, quién te ha dado el mando?" ladró Malcini.

El aludido decidió no contestar esa provocación, fue Samir el que intervino:

"No hace ni una hora que estamos caminando, no tiene sentido parar. Debemos llegar al lugar donde acamparemos antes que nos agarre la noche. Según lo que me explicó 77, acá los días son el equivalente a diecinueve horas nuestras; con nueve horas de luz, nueve horas de oscuridad y una hora de penumbra entre lo que cae la noche o regresa el día. Si nos detenemos cada cinco minutos porque alguien está cansado, no llegaremos a tiempo."

"¿Cansado yo? Muchachito, deberás saber que Rigoletto Malcini ¡tiene un físico envidiable!"

"Eso se nota," remarcó Isabel, mirando con atención la barriga de él.

Alex lanzó una carcajada contagiosa que apaciguó la tensión de todos, tan solo el de la panza ostensible murmuró algo entre dientes que nadie prestó atención. Ya de mejor humor, Mandi se acercó a Samuelsen.

"Tío Jorgen, no puedo creer que seas tú," le dijo.

Hacía muchos años que no lo veía, desde la muerte de su padre para ser exactos, mas el recuerdo que tenía de él era uno bueno; siempre le había gustado su tío Jorgen. Sin embargo, él nunca la había ido a ver en Analucía, lo que era de extrañar porque era el único familiar directo que ella tenía. Ahora que lo pensaba, cuando llegaron a Analucía fue como borrón y cuenta nueva. Nadie de su vida anterior nunca se apareció, ni siquiera los Tochigis, que habían sido tan buenos amigos con ellos; Mariana y su mamá eran como hermanas.

"¿Qué pasó, tío? ¿Por qué te desapareciste? ¿Y cuál es la historia de habernos perseguido?"

"Lo primero que me preguntas es lo contrario, Mandi, yo no fui el que desapareció. Fueron ustedes dos, tu madre y tú, las que se esfumaron. Y acerca de lo otro..."

"Mantén tu boca cerrada, Samuelsen," irrumpió su compinche.

"¿Cuál es el problema, Malcini? Ya estamos envueltos con ellos, tienen el derecho de saber."

"¡No, Samuelsen! ¿Qué crees que nos pasaría si ya sabes quién se enterase?"

"Pero cómo se va a enterar, Malcini, ¡estamos en otro mundo!"

"Ese no es el punto, ¿y cuándo regresemos? Y de repente se entera igual antes."

"Mira, Mandi," retomó su tío. "La cuestión fue que alguien llamado el..."

"¡Ni se te ocurra nombrarlo, Samuelsen!" volvió a interrumpir su cómplice.

"... J e f e," continuó el interpelado ignorando a su compañero, pronunciando cada letra con suma satisfacción.

Y Jorgen Samuelsen inició a contar con lujo de detalles sus acciones, a partir del momento en que su colega actual lo contactó. Los demás se acercaron a caminar a su lado para también escuchar su relato, mientras que su socio se quedó unos pocos pasos atrás, tratando de apaciguar el pánico y evitar pensar lo que le pasaría si el Jefe se percataba de esto.

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