Intento 73

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La puerta del departamento número 144B era igual al resto de los demás alojamientos del edificio de la avenida Las Violetas Este. Incluso, tal inmueble era uno más de los varios esparcidos a lo largo de esa avenida en el distrito de Petrimelao. Se trataba de un área llena de vida urbana, con tiendas en cada esquina y un centro comercial central. Se localizaba cerca de la zona turística de Te-Rano, aunque lo suficiente lejos para no estar invadida de hoteles y otros servicios dedicados a recibir a las hordas de viajeros hambrientos por digerir los tesoros históricos de la ciudad. Este tipo de complejos habitacionales surgieron como la solución para el problema de densidad poblacional de dicha urbe y eran la opción preferida de muchos de sus residentes, ya que pocos podían darse el lujo de pagar por una casa porque, siendo el espacio limitado, cada metro de terreno costaba un dineral. Estas construcciones también se habían adaptado a la mencionada demanda, ofreciendo no solo lugares para personas solteras, sino incluyendo aquellos para familias con hijos, las que podían acceder a una vivienda con todas las mismas comodidades de una casa.

Había sido un viaje largo el que los llevó frente a tal puerta de color crema; cerca de tres días pasados en aviones y trenes, sin darse el tiempo de detenerse en algún hotel para dormir. Mas hicieron todo en primera clase de lujo, con lo que pudieron darse el privilegio de disfrutar de unas duchas en pleno vuelo y tener una habitación de tren muy confortable donde retirarse a soñar.  Lasalo resultó ser un experto en encontrar las opciones que les daban las mayores comodidades. Ninguno del resto del grupo jamás se hubiera imaginado viajar como millonarios, si bien el capitán del equipo les explicó que eso era nada, que mucho mejor era volar en su propio aeroplano, pero que sus padres todavía no le daban permiso de usarlo cuando quisiese.

La hija del chef fue la única que no disfrutó de las goyerías que tenía a la mano durante los trayectos aéreos. Después que ella había convencido al empleado del motel para obtener una habitación, el muchacho Octolis pareció notar al fin su existencia y la miraba con otros ojos. Se había quedado impresionado con Manti, ¿o era Manli su nombre? Bueno, ella. Lo tomó por sorpresa que hubiera hecho lo mismo en lo que él se consideraba un experto: persuadir a las personas de hacer lo que les pidiera. Tenía que conocerla más, por eso decidió reservar sus sitios de avión de tal manera, que se ubicaran uno al lado de otro. Mandi, por supuesto, se puso radiante de entusiasmo al subir al trayecto de Camfulhe para Regulo y darse cuenta que se iba a sentar junto a su príncipe. Sin embargo, la alegría no le duró mucho: el susodicho se la pasó hablando de su tema preferido: él, él y él. No solo eso, ella estuvo a punto de concordar con Samir en pensar que Lasalo se perdería en Analucía sí o sí, mas no tuvo tiempo de confirmarlo. Para su alivio su conversación no duró mucho, ya que, siguiendo su costumbre, al rato su compañero decidió robarse una siestecita y se la pasó inconsciente el resto del recorrido.

Alexander y Samir se hallaban al costado de Mandolina, cruzando corredor. A ella le pareció ver voltearse al primero más de una vez hacia su puesto, a pesar de que, apenas lo notaba, él giraba la cabeza de nuevo y continuaba lo que sea que estuviera charlando con su amigo. Esteban e Isabel también estaban situados cerca, en la fila delante. La chica Vora notó que ambos pasaron la mayor parte del vuelo agarrados de la mano, como agradeciendo todavía el hecho de estar juntos después del accidente del Mario. 

Las lagartijas se encontraban con ellos, ocultas dentro de la mochila del cientifico. Mandi, al igual que los demás, no podía creer que estas hubiesen entendido las instrucciones tal como él lo predijo; que pasaran inadvertidas por seguridad y que se presentaran en el lugar convenido donde su dueño se hallaba esperándolas. Ella se preguntaba si la inteligencia de esas criaturas la estaba confundiendo porque por momentos le parecía, no solo que Esteban se comunicaba con ellas, sino que casi juraría que oía, a veces, unos susurros de voces provenientes de los animalitos. Pero eso era imposible, seguro eran efectos secundarios de las pastillas que había ingerido. Y recordando a su medicina, la joven de corta estatura no podía creer lo bien que se sentía, por fin había recobrado la percepción de sus músculos y el dolor se había casi desvanecido. No obstante, todavía debía tener cuidado y tratar de permanecer el mayor tiempo sentada sin moverse mucho. Como había indicado su médico del grupo, estas píldoras tan solo ganaban tiempo; cuanto menos hiciera, más duraría su efecto. Fue así que siguió el ejemplo de Lasalo, pasando gran porcentaje del camino en avión dormitando y reposando.

El tramo por ferrocarril fue mucho más divertido, tuvieron un vagón para ellos solos y Mandi estuvo agradecida, que ya no tenía que encontrarse todo el tiempo al lado del inteligente millonario. Así pudo platicar con Samir y Alex y pasar un buen rato juntos.

"Yo ya creía que se te había contagiado la enfermedad del sueño de Lasalo" le dijo el muchacho pelirrojo, mientras estaban jugando un partido de cartas los tres en el tren que salió de Vacaperdida. "Me imagino que también habrá descansado tu cerebro porque para conversar con él no necesitas usarlo," observó soltando la carcajada.

"No seas así, Alex," protestó ella, más por costumbre de defender a Lasalo que por otra cosa.

"Lo que quieras, Mandi," continuó su amigo, "pero no me vengas que estuvieron analizando la historia geológica de Venus o la obra literaria de Tamora Funchilxia. Tu turno, Samir."

"¿Y a ti qué tanto te interesa saber de qué hablamos, Alex? Ese es mi problema."

"No a mí, Mandi, pero estoy seguro que acá, Samir, está que se muere por saber si Lasalo te pidió para salir con él cuando acabe la competencia."

El aludido se hizo el desentendido a pesar de su bochorno y lanzó su carta diciendo

"Franchís. Alex, estás fuera del juego."

"¡Eso te pasa, Alexander Gregory, por decir tonterías!" exclamó riéndose la chica, sin darse cuenta que con esa carta el alumno del Einstein también había hecho Franchís a ella, habiendo así ganado la partida él.

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Por unos días, todos habían podido adquirir un tono de normalidad, como si el haberse alejado de Camfulhe los hubiera también distanciado de lo demás. Habían tomado sus vuelos y trenes sin ningún problema, sin que nadie los mirara con sospecha, todavía siguiendo la mascarada que eran estudiantes viajando con dos profesores. Era como si atrás, en un mundo lejano, hubieran estacionado a la persecución de la Policía Internacional; que pronto regresarían a sus casas y a su vida normal. Isabel y Esteban también olvidaron la supuesta misión y el misterio que aún la cubría por momentos, sin embargo, las pequeñas reptilianas se encargaban de recordársela apenas tenían la oportunidad. Su compañero del Punto de Contacto les dijo que aprovecharan este tiempo a manera de unas cortas vacaciones, que lo disfrutaran para recobrar sus fuerzas y energías para lo que viniera después.

"Solo porque tú lo pides, Humano Único," fue la respuesta de L-Macho.

"Y solo porque mi pareja lo acepta," añadió L-Hembra.

Mas la verdad era que ambas estaban contentas de dejar volar sus mentes, descubriendo cosas intrigantes en estos vehículos que las transportaban, por lo que se la pasaron explorando hasta el último rincón. Se sentían como lagartijas recién salidas del huevo, asombrándose con cada diferente objeto o detalle observado y mimetizándose muertas de la risa con su entorno para que nadie las notara.

"Los humanos nada ven, así bajo sus narices estés," repetía una y otra vez L-Hembra.

Ella se acercaba a las personas de manera temenaria, demostrando su gran capacidad de camuflaje a L-Macho, como si fuera una adolescente tratando de llamar la atención a una lagartija guapa. Él, por su parte, jugaba ser el héroe galán, muchas veces lanzándose al rescate, empujándola de manera traviesa con su cola para que se arrimara a un lugar más seguro.

Todo aquello terminaría apenas tocaran el timbre de la puerta que tenían al frente. De alguna manera, la realidad volvía a envolverlos y, salvo por Lasalo que se hallaba entusiasmado a lo sumo en llegar a una cama que no se moviera, el resto se sentía tentado en dar media vuelta y partir lo más rápido posible del lugar. Fue Mandi la que se armó de coraje, levantó la mano y con un dedo hizo sonar el timbre del departamento 144B.

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Este capítulo se lo dedico a Vannia-Mondragon porque nunca me voy a olvidar su comentario sobre mis pequeñas lagartijas: "Esta historia de amor está mil veces mejor que cualquiera en wattpad. Se quebró mi corazón" por lo que pienso que parte de la segunda sección de este le gustará. Gracias Vannia-Mondragon por tus comentarios entusiastas y tus útiles sugerencias que han ayudado a mejorar mis escritos. No sabes cuanto lo aprecio.

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