Intento 50

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Mientras Samir, Mandi y Alexander habían estado sentados charlando, otro tanto estaba pasando entre la pareja acomodada a la entrada de la carpa verde. Esteban contó a Isabel todo lo sucedido con lujo de detalles, como ella pidió. Cuando le tocó tomar el tema de sus nuevas amigas, él vaciló; ¿cómo rayos le podía explicar que se comunicaba con dos lagartijas, las que se encontraban al tanto del asunto de la misión y que, además, casi seguro le habían salvado la vida? Leyendo su pensamiento en esos momentos, L-Macho y L-Hembra subieron por sus tobillos, en donde habían permanecido todo este tiempo para no llamar la atención, pasaron por su pierna, cadera, estómago y brazo, para situarse en su lugar preferido: el hombro derecho del Humano Único. La piloto, al ver corriendo a los animalitos por el cuerpo de su compañero, se paró de un salto y tomó la botella de agua que tenía a su costado. El científico, entendiendo que ella se disponía despanzurrar a las pequeñas bestias con un botellazo para sacárselas de encima, atrapó veloz su muñeca, evitando que lanzara el golpetazo.

"¡Esteban, tienes dos bichos en tu hombro!"

"Está bien, no te preocupes, son mis amigas."

"¡¿Tus amigas?!" exclamó Isabel escandalizada por completo.

"Es un detalle más que tengo que explicar... Pero primero quiero preguntarte, ¿cómo me ves?"

"Que ¿cómo te veo? Estás igual que siempre, un poco sucio y demacrado, pero igual. No entiendo a qué viene esa pregunta"

"Me refiero a que si notas algo diferente en mí."

"Nada. ¿Por qué? ¿Debería?" repuso ella en forma alarmada.

"No, ese es justo el punto. Soy el mismo de siempre, la persona de quien confías lo que te dice, el que sabes que no te va a mentir jamás."

"¿A qué viene todo eso?"

"El que te relató lo que parecía ser una historia disparatada, pero que has terminado por convencerte que es cierta. Ahora te voy a contar otra cosita más que, aunque sea difícil de creer, también es verdad."

"¿Y la cosita esa es...?" preguntó la piloto con curiosidad teñida de una gota de inquietud, sin perder de vista a las dos lagartijas que parecían mirarla con intensidad.

Mientras Esteban relataba su experiencia con sus pequeñas compañeras y cómo ellas se podían comunicar con él, podía ver cómo los ojos de Isabel se agrandaban una y otra vez. Sin embargo, a pesar de su expresión de incredulidad, ella no lo interrumpió en ningún momento para hacerle alguna pregunta o decirle que estaba fuera de sus casillas. Después que terminó, el explorador guardó silencio, observándola para tratar de predecir cuál iba a ser su reacción ante tan inverosímil revelación. Ella lo miró a los ojos sin pestañear, sin decir nada, después a los reptiles, para pasar de nuevo a su pareja. De un momento a otro, el científico notó que sus globos oculares se ponían vidriosos y que su nariz comenzaba a sonrojarse, síntomas que conocía muy bien, los que precedían antes que se pusiera a llorar. Acercándose él aún más, pasó un brazo por sus hombros, llevándola a que se apoyara en su pecho. Al cabo de unos momentos Isabel se decidió a hablar:

"Esteban, quiero con toda mis fuerzas creerte, pero no puedo. Tampoco puedo imaginar que me estés mintiendo a propósito. La única conclusión lógica de esto es que no estás bien, como dices estarlo. Esteban, estás trastornado, estás teniendo alucinaciones. No me queda otra que pensar, que igual lo de las luces que hablan y la misión que te encomiendan es también parte de tu... ¿Cómo puedo llamarlo? Debe ser algún tipo de enfermedad. ¿Cómo no me he dado cuenta de esto antes?" terminó diciendo en tono desesperado, y se echó a llorar en silencio.

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