Intento 128

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Esteban miró su reloj, dieciséis minutos.

Había intentado distraerse rebuscando por el dormitorio donde estaba, pero no encontró nada muy interesante, solo algo de ropa y ya. En la habitación se hallaba una consola, que él reconoció como un comunicador, junto a otra del mismo tipo de la casa y tienda de Tsi, la que utilizaban como medio para escribir y leer. No osó tocar ninguno de los dos aparatos, no fuera a ser que estos, de alguna manera, indicaran su presencia en el cuarto. Era evidente que los frodaleus seguían los principios que dictaban: no tenían más de lo que necesitaban. A pesar de que hubieran podido engañar al resto de la población con facilidad, viviendo en un estado de lujo y privilegio, todo apuntaba a que no lo hacían. Era una gran diferencia con su mundo. Muchos en su planeta hubieran tomado ventaja de su situación de poder; al fin y al cabo, se decía ser parte de la naturaleza humana el hacerlo, que uno no puede escaparse de eso. Esteban cavilaba si tal hecho no era tan solo una excusa para continuar con esa práctica tan conveniente para los que la seguían: aprovecharse de su autoridad.

De nuevo, echó una ojeada a su reloj, catorce minutos y veintiséis segundos.

Él se preguntaba si sería capaz de hacerlo: dejar a todos acá, abandonar a Isabel. Recordó sus ojos y supo en ese momento que si no lo hacía, ella no lo hubiera perdonado por el resto de sus vidas, que por seguro serían muy cortas si él no cruzaba el túnel de convergencia en..., en trece minutos y diez segundos.

El científico tomó la ropa de frodaleu y se la puso, aquella se acomodó a su talla y cuerpo en un instante. resolvió esperar un tiempo adicional antes de acomodarse la bufanda y el gorro, no tenía necesidad de sudar como loco durante lo que todavía le quedaba esperar.

Por enésima vez consultó su reloj, diez minutos y...

Un sonido, como de alguien caminando, desvió su atención de la hora. Se acercó con rapidez a la puerta, que entreabrió con mucho cuidado. Dos supervisores acababan de entrar a la habitación del frente, no demorarían en salir. Al parecer, habían decidido no esperar más para capturarlos, ahora los estaban buscando por cada rincón del Centro.

No tardarían en llegar a su cuarto,

tenía que pensar rápido.

Esteban miró a su alrededor,

¿adónde ocultarse?

El ruido de unos pasos acercándose a su dirección,

le anunció que no le quedaba más tiempo.

Al cabo de unos cuantos segundos,

la puerta de su refugio comenzó a abrirse.

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