Intento 19

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Por fin Esteban llegó al cruce de un riachuelo donde podía llenar su botella con agua. El hecho de haber andado ya varias horas significaba que sentía una imperiosa necesidad del líquido elemento. Siendo la región bastante seca, solo existían tres lugares en los que se podía abastecer de este durante el trayecto entre Analucía y el Punto de Contacto. El primero era una pequeña laguna que se encontraba en una especie de oasis, cerca de la mitad del recorrido de tres días en motocicleta. Aquello implicaba que se debía disponer de un suministro inicial de día y medio. En dicha lagunita necesitaba re-aprovisionarse, esta vez para poco más de dos días: un día y medio para la ruta de regreso en su vehículo hacia Analucía y otra cantidad para medio día y pico en rumbo hacia la siguiente ubicación de abastecimiento. La más grande la podía dejar en la motocicleta a fin de usarla al retorno, la segundo tenía que cargarla cuando le tocara estacionar su transporte e iniciara a caminar hasta el riachuelo donde se localizaba ahora. El tercer dispensario del fluido vital era el mismo Punto de Contacto, en el que había una poza de agua subterránea. Los tres parajes mencionados eran joyas preciosas para cualquiera que se aventurara en tal zona que presentaba, durante esa época del año, temperaturas máximas que variaban entre veintiocho y treinta y cinco grados centígrados.

El día se tornaba más caluroso que los anteriores, por lo que el explorador bebió de manera ávida el líquido refrescante y decidió tomar unos minutos de descanso. Por fortuna, su estado físico era bueno porque, tanto él como Isabel, frecuentaban el gimnasio del Van Leeuwenhoek. Sin embargo, a causa de su estilo de vida de trabajo y trabajo, nunca se daban el tiempo para disfrutar de actividades al aire libre, excepto en sus vacaciones. Aún así, a lo largo de ese lapso, por lo general viajaban a alguna localidad donde casi siempre visitaban atracciones históricas o culturales, y solo invertían lo mínimo en ver y apreciar la naturaleza. La presente excursión era una experiencia nueva para él también en ese sentido.  

 El científico, al notar que le retornaba la energía de nuevo, se ajustó la mochila a la espalda y reinició la marcha. Las dos lagartijas todavía se encontraban bien perchadas en su hombro. Felizmente que no pesan nada, pensó. Con lo que cargo en mi espalda, si estas pesasen, ya las habría botado hace un buen rato, y continuó andando a paso firme.

"El Humano Único callado, está como silenciado, ¿por cuánto esto será?" siseó L-Hembra que, a pesar de haberse quejado de la perorata que Esteban les había lanzado, extrañaba el sonido de su voz porque, de alguna forma, les indicaba que él reconocía su presencia.

"Cansado de hablar debe estar, energías ha de ahorrar, para caminar y llegar," señaló L-Macho.

"¿Para dónde arribar? Aún conocimiento de eso no tenemos, qué debemos hacer no sabemos. En el mensaje por tus ancestros pasado, el destino final no estaba mencionado," agregó ella.

"El Mensaje decía, que el Humano Único sabría, que al lugar preciso nos llevaría, y que nuestra misión se cumpliría," respondió con voz llena de confianza su pareja.

"Pero nuestra misión tampoco sabemos, ¿cómo estar seguros de lo que haremos?"

"En nuestros ancestros confiemos, con el Humano Único seguiremos, cuando llegue el momento veremos, y qué hacer entenderemos. Por todo este tiempo en mí creíste, y a mi lado viviste; por un poco más te pido, caminar este trecho conmigo."

"Por supuesto que no te dejo, ¿quién te cuidará si yo estoy lejos?"

 L-Macho le parpadeó en forma afectuosa al tanto que esperaba no haberse equivocado y que este ser fuera el Humano Único de verdad. El Mensaje lo habían transmitido de lagartija a lagartija en su familia desde tiempos inmemoriales. ¿Quién fue la primera? Eso se perdió con el transcurrir de los años, porque lo importante no era quién lo trasmitiera, sino el contenido en sí. La comunicación en cuestión era memorizada por la lagartija heredera, que luego tendría que hallar una pareja, la cual debía aprenderla de igual modo, palabra por palabra. Una vez que se conformaba la nueva dupla, esta iba a vivir al Punto de Contacto, donde cuidarían a aquella anciana que reemplazarían. Lo último duraba poco porque lo usual era que no le quedaba mucho de vida a la pareja antigua. Cuando los alcanzaba su conclusión, los recién llegados asumían su responsabilidad, que consistía en permanecer vigilantes por el arribo del Humano Único y reproducirse. Además, tenían que tomar la precaución de que los huevos fueran desovados en un lugar lejano del Punto de Contacto. En el momento en que se acercaban a su propia conclusión, entonces, les tocaba escoger al heredero para asegurar que se perpetuara su tarea. Era muy importante el hecho que sean dos, porque en caso que uno pereciera antes de lo previsto, el que quedaba podía ir a buscar al heredero y continuar el ciclo. Otro requerimiento vital era que uno de ellos fuera descendiente, en línea directa, de la familia de la lagartija custodia del Mensaje, de no ser así, la misión encomendada estaba destinada a fracasar.

Aprenderse una comunicación cualquiera, sin importar la longitud de la misma, no era una tarea ardua para los pequeños animalitos que, encima de poseer una gran inteligencia, también contaban con una memoria impresionante. No obstante, retener el Mensaje era un reto porque las palabras se hallaban ordenadas de una forma inusual: carecían de ritmo, no rimaban ni hacían verso; eran secas, sin color, sin elegancia, sin cultura. Después de repetirlo varias veces, al final quedaba grabado no solo en su cerebro, sino en todo su ser; era como si formara parte de ellas mismas y podían recitar cada vocablo, a pesar de ser tan crudo:

Este mensaje es muy importante y ha de ser pasado a una lagartija en exclusiva, que tendrá que enseñárselo a su pareja. Ustedes han sido elegidas por ser únicas, en sus manos tienen la responsabilidad de salvar mundos. Deberán vivir en el Punto de Contacto. Se las necesitará el día que se presente el Humano Único. Lo podrán reconocer porque mirará a las luces del cielo por medio del otofix y el ocufix. Cuando se presente ese momento, partirán con él y lo acompañarán todo el tiempo. Después que abra la puerta, la mordida lo llevará a la vida y vuestra misión estará terminada. Gracias por salvarnos.

Aparte de asimilar ese texto, debían retener la imagen del otofix y el ocufix, de tal manera que fueran capaces de reconocerlos cuando llegara la ocasión. La lagartija que pasaba la comunicación dibujaba en la tierra con sus patitas la forma de ambas cosas. La heredera tenía que repetir el diseño hasta que fuera capaz de hacerlo a la perfección con los ojos cerrados y, luego, era llevada al Punto de Contacto.

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