Intento 106

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Se sentía extraño encontrarse en la superficie, el ruido de la calle era como si lo estuviera atacando: el tráfico peatonal y de automóviles, autobuses, bicicletas, etc. le daban una sensación de total ansiedad. Por lo menos, se consideraba bastante protegido dentro del taxi que lo transportaba al aeropuerto y agradecía en silencio al conductor, que no tuviera interés alguno en meterle conversación. Raymundo optó por tratar de relajarse, mas no pudo evitar que sus ojos se prendieran de la ventana, bebiendo sedientos las imágenes del mundo exterior, un mundo que hacía ya dos meses y pico que no veía. Una vez en la carretera, decidió verificar en su librel la reserva de su vuelo. Sí, todo estaba en perfecto orden, ¿cómo podría ser de otra manera si fue hecha por un exy?

Por fin el taxi se detuvo; do Santos pagó al conductor y descendió del vehículo. El aeropuerto burbujeaba de vida que le pareció familiar, recordando cuando llegaron allí con Femi en lo que a él le parecían siglos atrás. La situación y su propia vida eran tan distintas hoy, hasta el punto que ahora se hallaba trabajando ¡para el mismo sujeto que antes buscaba encarcelar! También su idea de los exypnos se había transformado por completo: no eran los seres extraños que él creía, eran tal cual cualquier otra persona, con defectos y cualidades, algunos simpáticos, otros no tanto. La única desigualdad radicaba en su súper-inteligencia, pero eso era todo. Viviendo con ellos, entendió sus ansias de encajar en la sociedad sin tener que ocultar sus capacidades para lograrlo y, al mismo tiempo, sus ganas de demostrar que ser un exy era algo yaba, como diría Vania. Para conseguirlo, no eran ellos los que debían cambiar, eran el resto de gente como Raymundo, ignorantes por completo y tan centradas en sí mismas, que pensaban que alguien diferente a ellos debía ser marginalizado o, por lo menos, evitado.

Durante el vuelo de avión, probó a distraerse con los papeles que Femi le había dado, sin embargo, solo tratar de leerlos era un gran reto. Se presentaban rellenos de ecuaciones que, por más que intentaba, no lograba entender. Eran la prueba que llevaba para convencer al Prof. Quispe, que su trayectoria del opuesto hacia el Evento de Sucesos era incorrecta.

Su compañero de asiento de vuelo lo miró con curiosidad; no a él, sino a lo que tenía en sus manos: papel.

"Soy coleccionista de documentos antiguos," dijo Raymundo en forma de explicación y repuso las hojas en el sobre con mucho cuidado, como si se trataran de una reliquia.

La idea de llevar las ecuaciones escritas en folios fue por razones de seguridad, no querían arriesgarse a enviarlas por vía electrónica y que, por algún motivo, no alcanzaran su destino. Dimos había apuntado que la probabilidad que eso ocurriera era de solo 0.023%, muy cerca a inexistente, mas aún podría suceder. El otro inconveniente era que no fuese el Prof. Quispe quien viera el mensaje, un hecho que querían evitar a toda costa: cuanto menos gente supiese acerca de la existencia del complejo de los exys, mejor.

Todos esos detalles fueron expuestos a Raymundo poco después del incidente que tuvo con Vitus. Era justo acerca de eso, por lo que Dimos había pedido a Belinda, Femi, que buscara a su compañero de habitación esa noche para reunirse con él. El problema radicaba en lo siguiente: habían descubierto que los avances del Galileo para lanzar el opuesto eran más rápidos de lo esperado y pensaban hacerlo antes de la fecha prevista. Por otro lado, se habían enterado que la trayectoria del susodicho, aparte de ser una equivocada, interferiría con aquella que los exys habían calculado, haciéndola también inútil por completo. En otras palabras, si el grupo del Galileo lo enviaba, destruirían toda posibilidad de mandar un segundo con suceso. No tenían otra alternativa, debían comunicarse con ellos y hacerles entender que sus cálculos eran erróneos, que desistieran de su proyecto y que dejaran el trabajo de salvar al mundo a los exys.

Ellos sabían que convencerlos no iba a ser una tarea fácil, sobre todo porque el Galileo había sido invadido por militares, debido a que eran los que habían estado desarrollando la tecnología del opuesto mucho antes de todo esto. Persuadirlos que debían recibir órdenes de los exypnos era una tarea difícil en extremo puesto que tal cosa significaba no solo reconocer que habían cometido una falla, sino que tendrían que cambiar sus planes. La única persona que contaba con la influencia necesaria y suficiente para ello era el Prof. Quispe. Debían demostrarle que sus cálculos tenían un desacierto, así como las consecuencias del mismo.

El Jefe decidió que el mejor individuo para llevar a cabo esa tarea era Raymundo do Santos. Como Saturnino Quispe había estado al tanto de la historia de la desaparición de los exys, no tendría razón para dudar acerca de la veracidad de lo que él le contara. El elegido a cumplir dicha misión había sugerido que Femi lo acompañara, pero el Jefe había dado órdenes específicas que no fuera así. Raymundo sospechaba que este todavía no le tenía plena confianza y, que manteniéndola en su poder, se aseguraba que él hiciese lo que se le ordenase.

Llegó por fin a Grosumerla en la noche, hora ideal que le garantizaba que el Prof. Quispe ya no estaría trabajando en el Galileo, además de ser probable que se encontrara descansando en el hotel. La cuestión era que do Santos tampoco quería ir a ese lugar ya que, habiéndose alojado allá también, había la posibilidad que lo reconocieran.

Del aeropuerto tomó un taxi al que pidió que lo condujera al café Pan Fresco porque recordaba que no solo quedaba cerca del hotel, sino que atendía hasta tarde. Una vez allí, se sentó en una mesa tranquila para dos, tomó su librel y envío un mensaje:

Saturnino, te estoy esperando en el Pan Fresco. Por favor ven, es muy importante.

Raymundo

******

Tal como el científico ejecutivo del Van Leeuwenhoek esperaba, Saturnino Quispe se hallaba solo en su habitación de hotel, preparándose para irse a dormir. En su mesa se ubicaba una pantalla mediana, más cómoda para leer reportes que su pequeño librel. Era increíble que ya, dentro de cinco días, estarían listos para lanzar el opuesto; tres semanas antes de lo previsto. Él no se sentía muy de acuerdo con hacerlo tan temprano, todavía le hubiera gustado verificar algunos cálculos, mas la presión era inmensa. La lógica que utilizaron para convencerlo fue aquella de que si no funcionaba, tendrían un poco de tiempo extra para buscar otra solución. El profesor del Einstein pensaba que se trataba de un argumento idiota en su totalidad; ¿qué otra solución? había preguntado. Por supuesto no obtuvo respuesta porque nadie tenía la menor idea qué otra cosa podrían hacer para contener a Delik. El opuesto era su única alternativa en realidad, y si fallaba... Pero no podían errar, habían visto y revisto todos los cálculos de su trayectoria: eran perfectos. Entonces, ¿por qué él sufría esa gotita de inseguridad que no lo dejaba tranquilo? Durante estos cincos días que faltaban, se dedicaría a revisar por enésima vez sus ecuaciones y...

El ruido de su librel lo sacó de su cavilar, el astrofísico lo tomó y miró de quién venía el texto, sin embargo, su aparato no adjuntó nombre al número de dónde provenía, lo que era de lo más extraño. Al abrir el mensaje, tuvo que tomar asiento después de haberlo leído. ¡¿Raymundo?! Sin perder un segundo, se puso su saco y partió en dirección del Pan Fresco.

******

"Raymundo, ¡no lo puedo creer! ¡Qué alivio verte!" exclamó Saturnino Quispe dándole un fuerte abrazo. Y una vez sentado en la mesa, "¡No sabes lo preocupado que estaba cuando tú y Belinda no regresaron de Lobla! ¿Qué pasó? No creas que me comí la historia que partieron de viaje de enamorados. Anda, ¡cuéntame la verdad! Y Belinda, ¿dónde está? ¿Está bien?"

El cuestionado le resumió lo más rápido posible lo ocurrido, viendo como la cara de su interlocutor palidecía poco a poco y se llenaba de preocupación.

"Entonces, me dices que hay un error en nuestros cálculos, ¿cómo puede ser?"

Por toda respuesta, Raymundo sacó los papeles y se los entregó al profesor. Este los leyó con detenimiento,

"Ya sabía que algo no andaba bien," murmuró como para sí mismo. "Pero la verdad es que no creo que me hubiese dado cuenta de mi equivocación. Y ahora que lo veo es tan obvio... Modificar la trayectoria va a llevar por lo menos dos meses de trabajo...," y levantando la vista hacia su compañero de mesa, "¿Sabes lo que esto significa?"

"Por supuesto, es la razón por la que estoy acá. No hay tiempo para que cambien la trayectoria, en poco más de un mes no va a quedar rastro de ninguno de nosotros. El complejo donde viven los exys se encuentra listo para lanzar su opuesto, pero si queremos que sea un éxito y que ello nos salven de la extinción..."

"Hay que evitar a toda costa que el Galileo lance el suyo," concluyó Saturnino Quispe.

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