Intento 79

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 "¿Tienes familia?" la pregunta fue como un baldazo de agua fría para Belinda Alegre.

Estaban disfrutando un vuelo de lo más tranquilo y relajado; sin que ella tuviera que actuar su rol porque a su alrededor no había nadie que la conociera. Por supuesto que aún vestía su traje de Belinda, no obstante, ya en el avión se quitó el tergiversador de voz, pudiendo así conversar con Raymundo sin romperle los tímpanos. Él no era el único agradecido por no tener que soportar varias horas de viaje escuchando la charla de su encantadora colega; ella también acogía encantada la oportunidad de un reposo y poder ser ella misma. Como tal, no había hablado mucho, necesitaba tiempo para poner en orden sus pensamientos y sentimientos; jugar el rol de la Alegre gastaba sus energías en una forma mayor de lo que anticipó al inicio de su investigación. Aparte, ella no poseía una personalidad conversadora ni, mucho menos, extrovertida. Acostumbrada a ser mirada como un bicho raro en cada ocasión, que expresaba su opinión con alguien que no fuera del Einstein, decidió a muy temprana edad que mejor le valía mantener la boca cerrada para evitarse burlas o rechazos. No era que hubiera tenido un gran contacto con el mundo exterior a su escuela, siendo ella parte de los que vivían en esta desde los cinco años. Tampoco era que se encontrasen encerrados allí; muchas veces, cuando niños, les organizaban visitas a diferentes lugares para socializar con otros de su edad. Una vez entrados en la adolescencia, les daban toda la libertad para salir de manera independiente en el momento quisieran. A pesar de esa facilidad, nadie escogía hacerlo seguido, ya sea por las experiencias pasadas durante su infancia o porque les era muy difícil ajustarse y encajar con otros jóvenes de su edad que no fueran de su mismo centro educativo.

Al término de sus estudios decidió, para la gran sorpresa de todos y contra el consejo de la mayoría de sus profesores, que no se dedicaría a laborar en el Einstein, ni siquiera en alguna Universidad de prestigio u organización número uno en su especialidad. En cambio, había aplicado para convertirse en un miembro de la Policía Internacional. ¿El resultado? Incluso las amistades contadas que tenía decidieron que estaba loca por completo y dejaron de llamarla. Dimos fue el único en comprender que ella puso prioridad en escoger lo que pensaba sería su pasión y no lo que su intelecto le permitiría ser: una estrella en su campo. Ella no quería pasar el resto de su vida en algo en que alcanzaría a sobresalir con creces por encima del resto, tan solo por el hecho de poder hacerlo. Quería dedicarse a lo que le gustara y sentirse feliz haciéndolo día tras día. Era lo que se conocía por seguir su vocación; el trabajar no por el dinero que le produciría, sino porque le agradaba hacerlo. Muchos trataron de convencerla que era un desperdicio de sus capacidades intelectuales, y que también era muy egoísta de su parte porque privaría al mundo de su contribución a la sociedad, ya que siendo alguien del Einstein, seguro significaba la pérdida de algún descubrimiento importante o una invención revolucionaria.

Belinda no perdió el tiempo en discutir y tratar de convencer a los demás. Le bastaba tener la certeza que era la decisión correcta, que nada le valía lo que obtuviera o lograra, si para ello tenía que sacrificar su felicidad. No podía imaginarse una cosa peor que dedicarse a algo que no la llenara, era como encarcelarse uno mismo... Al final, la frustración la llevaría a mal desempeñar su trabajo porque lo haría solo para salir del paso, dudaba que pudiera hacer ninguna contribución en ese estado.

Dimos la entendió, a pesar de tener menos años, y la apoyó. Mantuvieron estrecho contacto cuando cursaba sus entrenamientos y estudios en la escuela especializada de la Policía Internacional. Allí aprendió a ser toda una artista del disfraz, no de su aspecto físico, sino de su personalidad; adaptándose a diversas situaciones y siendo por primera vez aceptada. Tal aceptación no era genuina del todo porque, en realidad, ella muchas veces se guardaba de hacer comentarios y/o acciones, para evitar que la tacharan como alguien fuera de la norma. En numerosas ocasiones, se equivocaba a propósito en respuestas de exámenes para que nadie sospechara quién era ella en realidad. Claro que los que aprobaron su ingreso en la institución policíaca sabían que provenía del Einstein, no obstante, respetaron su pedido de guardar esa información en forma discreta.

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