Intento 113

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 "Hay algo que no entiendo bien," afirmó Mandi, mientras se ponía un pocotón de mantequilla de maní en su especie de tostada, "por lo que nos habías explicando, ustedes se comunican muchas veces a través de las vibraciones mentales transformadas en sonidos, ¿cierto?"

"Ajá," contestó Tsi con un poco de dificultad, por tener la boca llena del engrudo de cacahuete que la muchacha de Analucía le había enseñado a preparar esa mañana.

"Entonces, ¿por qué cuando tú y otras personas de por acá hablan mueven los labios?"

El chico Hafar se quedó mirando con asombro a la hija del chef; de nuevo, eso era algo que a él no se le había ocurrido analizar, a pesar de haberlo observado. Ella le sonrío y como leyéndole la mente añadió de buen humor,

"Oye, Samir, ya te dije que tú no eres el único que piensa por aquí, ¿sabes?"

"Es cierto," intervino Rigoletto Malcini. "Yo me preguntaba porqué Rit, cada vez que hablaba, ponía su cara en un ángulo que siempre la veíamos de frente."

"No es un misterio, " se apresuró en aclarar Jorgen Samuelsen, "es obvio que mi atractivo es tal, que no quería dejar de verme."

"No es aquella la razón," habló por fin Tsi, que ya había podido pasar su bocado. "Bueno, tal vez era en parte eso," agregó rápido al ver la cara de desilusión del rubio barbudo, "pero también era que deseaba asegurarse que ustedes la notaran mover sus labios."

"Exacto, justo a eso voy," repuso Samuelsen, "para seducirme, porque soy irresistible."

"No necesariamente," continuó la joven lugareña. "Era para cerciorarse que ustedes comprendieran lo que ella les decía. Lo que pasa es que no todos somos capaces de sentir las vibraciones, la realidad es que somos pocos. El no sentirlas es un defecto genético, resultado de cuando llegó la oscuridad. Esta trajo consigo que muchos quedaran sordos y, los que no, pasaron ese problema a sus descendientes. La solución para comunicarnos fue aprender a leer los labios. Sin embargo, algunos de nosotros no perdimos nuestra capacidad de oírlas y por eso me fue fácil escuchar la conversación de los supervisores sin que sospecharan que me estaba enterando de lo que decían, mientras que Alex no captó nada debido a que las vibraciones no eran lo suficiente altas en volumen como para que él las percibiera, aunque para mí sí."

"¿Y son solo las de conversación que no oyen o cualquier tipo de ruido?" indagó Samir.

"Cualquier sonido. Mas recuerden que hay los que, como yo, sí las advierten."

"Entonces, en este planeta hay sordos y no sordos," concluyó Malcini en tono impaciente. "Interesante, pero yo tengo otras responsabilidades que la quedarme acá conversando sobre si escuchan o no, no quiero que se haga tarde para abrir la tienda," y con eso se levantó de la mesa, dejando su plato sucio para que alguien más lo limpiara.

"Nosotros también tenemos que irnos", apuntó la je-morina, "no queremos llegar tarde al partido de frescavoliu."

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El estadio, donde se llevaban acabo los encuentros de una de las actividades de mayor popularidad en Crunjick, era un campo grande dividido en seis sectores. Tsi les explicó que la contienda se desenvolvían en tales zonas, con dos personas de cada grupo en las susodichas. Eran un total de seis equipos que competían entre ellos de manera simultánea, lo que hacía doce personas en cada demarcación. Utilizaban un bastón que tenían que pasárselo de un lado a otro, moviéndose sobre unas líneas dibujadas en las canchas. Si alguien de un grupo interceptaba el de la pareja que iniciaba teniéndolo en su poder, entonces, era un punto para los que lo obtenían y pasaban a otra área; poniendo más integrantes de su bando en aquella, incrementando la dificultad con que sus contrincantes pudieran atrapar el envío. Al final, el primero que alcanzaba tenerlos a todos en un solo espacio ganaba. A veces, eran más de un grupo el que lograba tener a sus jugadores juntos al mismo tiempo, en ese caso, el ganador se definía por la diferencia de puntaje. Si aún así continuaban  empatados, se hacía una contienda conclusiva entre ellos, siendo victorioso el que conseguía capturar con mayor prontitud lo que el rival lanzaba, por lo que hacían turnos: un equipo iniciaba con el codiciado bastón y después se cambiaban.

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