Intento 74

73 20 47
                                    


El sonido al que Jorgen Samuelsen se había acostumbrado desde que compartía habitaciones de hotel con Malcini lo despertó temprano esa mañana. Con un movimiento automático, alargó el brazo para agarrar la caja de pastillas antiolor antes que fuera demasiado tarde. La noche anterior habían cenado un platazo de frijoles con carne, por lo que el regordete de escaso cabello  había batido su récord de torpedeo de gases por hora. Samuelsen había tratado por todos los medios de convencerlo que no pidiera ese guisado, pero el otro insistió arguyendo que era la especialidad del restaurante, así que no lo molestara. De dicha manera, él también tuvo que comerse los frijoles famosos porque la porción era para dos personas y, además, pensó que eso evitaría que su socio ingiriera una cantidad letal. No obstante, su compinche fue más rápido que él, sirviéndose tamaña cantidad que dejó solo un poco para su acompañante. El altote rubio a lo vikingo tuvo que admitir que el plato estaba en realidad delicioso, sin embargo, no quiso pedir un segundo puesto que se encontraba seguro que su colega iba a comer otra vez de aquel. Como consecuencia, terminó acostándose en la cama con el estómago medio vacío porque, encima, Malcini rehusó a que se pidiera un postre, alegando que quería regresar lo antes posible al hotel. Sin lugar a dudas, él ya se hallaba sintiendo los primeros síntomas de la batalla estruendosa que iba a librar durante toda la noche.

Samuelsen decidió levantarse de la cama, sabía por experiencia que no iba a poder volver a retomar el sueño. Por unos momentos permaneció allí sentado, ponderando la posibilidad de una ducha, ¿cuándo fue la última vez que lo hizo? A ver..., no acá, durante estos dos días que andaban en Te-Rano; no en los dos que pasaron en Camfulhe; por supuesto que no cuando estuvieron en Analucía porque allí no había agua caliente. Ah bueno, entonces su decisión era fácil, todavía tenía unas cuantas fechas más antes que le tocara tomar su baño, y con eso se puso de muy buen humor.

Mientras se vestía, su sonrisa lo abandonó; por enésima vez lo asaltó la inquietud sobre las consecuencias de este negocio que había emprendido con Malcini. Al menos no era un trabajo muy arduo que digamos y no tenía que preocuparse en conseguir los fondos para pagar la renta o su alimentación. Además, una vez que terminaran con su cometido recibiría el dinero prometido, con el que podría pagar lo que le quedaba de la deuda adquirida con el banco por el quiebre de su tienda. A partir de allí tendría que ver en qué podría trabajar... Pero eso no era lo que lo molestaba, era lo que pasaría cuando cumpliera este encarguito lo que lo tenía en ascuas. Se suponía que debían proporcionar la localización exacta de algún lugar que, el llamado Jefe, quería averiguar. Ese sitio lo conocía un tal Esteban Tochigi, el cual estaba por llegar a Te-Rano. La cosa se complicaba debido al hecho, confirmado el día anterior por el Jefe, que Mandi se hallaba con este tipo. Habían conseguido escaparse de la Policía Internacional que ahora pensaba que, tanto ella como sus compañeros, se encontraban muertos. ¿En qué lío se había metido esa muchacha? 

Lo que menos le gustaba de todo esto era el misterio que envolvía al famoso Jefe. Él no era ciego, ya había notado el terror que sentía su compinche cada vez que se comunicaba con el susodicho. Quedaba en evidencia que era una persona, que no tenía buenas intenciones en lo que sea estuviera planeando hacer con la información que le proporcionarían. Jorgen Samuelsen no era un santo, pero jamás había hecho nada ilegal en su vida, si no contaba el copiar durante los exámenes de la escuela. Mas eso era una cuestión de vida o muerte, ¡no hubiera podido pasar ningún curso de otra manera! Tenía certeza que no le esperaba nada bueno al Tochigi ese, una vez que el Jefe consiguiera lo que quería. Le tocaba, entonces, ayudarlo de alguna forma y, al mismo tiempo, no perder el trabajo junto con su comisión. No solo eso, lo más importante era asegurarse que Mandolina no se implicara en este lío y que terminara sana y salva.

El asociado de Malcini había sentido las ganas de llamar a Yurusalem y decirle que su hija estaba viva, aunque no lo hizo por el temor que la Policía Internacional reiniciara su persecución implacable. Una vez que terminara con este asuntillo, tendría que contactarse con ella y ofrecerle su ayuda, mas no antes, el pavoroso Jefe podría darse cuenta de sus intenciones y todo acabaría mal.

La maquinación que debían llevar a cabo era la siguiente: su patrón tenía gente empleada para él, y quién sabe qué más recursos, que le indicarían el momento en que el grupo llegaría a Te-Rano. Una vez que determinaran su ubicación, dos de esos agentes simularían ser de la Policía Internacional y se encargarían de obligarlos a escaparse de ellos. De allí lo que pasaría era menos predecible. Esperaban que los jóvenes se fueran por un lado y Tochigi con su pareja por otro. Eso sería ideal, había deducido Samuelsen, así Mandi no seguiría relacionada con el objetivo de su trabajo, lo que él consideraba algo peligroso porque sospechaba que ser buscado por el Jefe era mucho peor que serlo por la Policía Internacional. Su blanco, al no estar con el grupo, se sentiría con mayor libertad para dirigirse al emplazamiento que tanto querían descubrir. Era en ese momento, que él y su camarada entraban a figurar en el plan de acción. Según el Jefe, ambos eran el opuesto de lo que consideraba como personas con condiciones para ser sus empleados. Por lo tanto, nadie en su sano juicio pensaría por un instante que se encontraban al acecho de Tochigi, él los vería como cualquier persona más y ni notaría su presencia. 

La verdad, que ni Samuelsen ni Malcini estaban al tanto, era que el Jefe contaba con que el hijo de Mariana se percatara que estos dos lo seguían. No dudaba que así sería porque no creía que fueran capaces de estar detrás de los pasos de alguien en forma decente. Ese era el punto que él consideraba como brillante de su plan porque se hallaba convencido que el científico, al sentirse perseguido, se apresuraría a lograr su propósito: ir al lugar que él ansiaba conocer. La pareja de granujas se ubicarían detrás de su presa como perros falderos, mas tenía la certeza que este se les escurriría de las manos. Lo que Esteban Tochigi no sabría era que agentes adicionales, con auténticas habilidades, también lo estarían vigilando. En su apuro por llegar a su destino y preocupado por deshacerse de sus rastreadores de medio pelo, él no notaría a los otros y terminaría dándole la información en bandeja de plata.

"Samuelsen, stop making so much noise, I'm trying to sleep here!"

"¿Qué cosa dices, Malcini?"

"Damn it, Samuelsen, you turned off again your multitranslator!" gruñó el aludido, mientras señalaba con una mano al multitraductor de su compañero de habitación.

Él entendió lo que le pedía y veloz lo prendió.

"Listo. ¿Me podrías repetir lo que estabas diciendo, Malcini?"

"Olvídate, Samuelsen, ya estoy despierto igual," replicó el apelado con furia. "Por suerte he dormido profundo como un bebé, hacía tiempo que no descansaba tan bien. ¡Esta noche repetimos nuestra cena de frijoles sin falta!"

Su interlocutor no quiso objetar la propuesta que, viniendo de quién venía, era más bien una orden, pero fue interrumpido por el sonido inconfundible del librel de su socio. Entonces, el de corta estatura y poca cabellera dio un salto por el ruido súbito y lo tomó para responder,

"¿Sí?"

El ex-comerciante vio que el rostro de su compinche se transformaba de preocupación a entusiasmo, prueba obvia que no era el Jefe con quien se encontraba hablando. Al cabo de unos momentos, durante los cuales solo escuchó decir a Malcini, ajá, está bien, entiendo, y por último, salimos de inmediato, se terminó la llamada.

"Buenas noticias, Samuelsen, el grupo acaba de llegar a Te-Rano."

IntentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora