Intento 127

80 17 68
                                    

Corrían lo más rápido que podían. Alex estaba convencido que había batido algún récord mundial, por lo menos para su mundo. Malcini se preguntaba cómo era posible que no le hubiese dado un ataque al corazón y que aún le entrara aire en los pulmones; sin embargo, él no iba a quedarse atrás, como sea forzó a sus piernas a avanzar con velocidad. Mandi tenía la mente en blanco, solo concentrada en no dar ningún tropezón con cada paso que hacía, ¡caerse hubiera sido un desastre descomunal! Tsi hubiera querido detenerse y explicar a los supervisores que todo era un mal entendido porque..., pero no encontraba cuál podría ser tal porqué. Samuelsen no podía creer que su sobrina los hubiera seguido sin dificultad; el que se moviera así, con su problema físico, era algo asombroso sin lugar a dudas. Por mucho que todos se propulsaran rápido con sumo afán, Samir sabía que la posibilidad de escape era mínima y se sentía culpable que lo hubieran seguido, aunque fuera la única forma de asegurar que Esteban cumpliera con la misión.

Y lo inevitable ocurrió: el pasillo que tomaron no se prolongaba hasta el infinito, los supervisores que estaban detrás de ellos les dieron el alcance. Sin tener a dónde ir, los seis capitularon; la idea no era luchar contra sus perseguidores, sino ganar tiempo para que sus otros dos compañeros se fueran. Hasta Samuelsen y Malcini comprendieron eso sin necesidad de explicárselos. El chico del Einstein había visto con asombro sus expresiones; no eran de pánico ni desesperación, si bien era increíble y a pesar de sentirse nerviosos por no saber qué les esperaba a continuación, lucían un brillo de tranquilidad en sus ojos. Las de Mandi y Alex eran diferentes y sospechaba que él se veía igual, aceptar la idea de quedarse en Je-Mor para siempre no era una cosa fácil. La preocupación de Tsi era asimismo palpable, se  hallaba tan asustada como el resto.

En tono firme, los condujeron a una sala con mesas y sillas, que delataba su función de algún centro de trabajo. Les pidieron que se sentasen y justo allí estaban, esperando quién sabe qué. El supervisor que parecía ser el líder del grupo, el que los había escuchado, se acercó a un comunicador y pidió que viniera alguien. A Samir otra vez le asombró que pudieran usar ese aparato, puesto que la mayoría no era capaz de escuchar, mas recordó que Tsi le había explicado, que lo que transmitían era la imagen del movimiento de los labios de la persona que hablaba.

Aparte de eso, no se dijo más. Todos guardaban un silencio que solo contribuía a aumentar sus ansias, pero nadie osaba abrir boca. Después de haber partido corriendo despavoridos, de nada les hubiera servido reclamar que ellos eran inocentes ovejitas. Si trataron de escaparse, significaba que eran a quienes buscaban y esperaban. Samuelsen llegó a la conclusión que habían deducido hacía rato los demás: Rit los había delatado. Estaba seguro que no había sido intencional, por lo que lo invadió la preocupación de cómo ella se encontraría y rogaba que no la hubiesen maltratado mientras le sacaban la información. ¿Qué habrían hecho para convencerla a decirles dónde los podían hallar?

En ese preciso momento, se deslizó la puerta de la habitación con suavidad, dando paso a un nuevo supervisor tan solo reconocible por el uniforme, ya que su aspecto era por completo diferente a la de los otros. Hasta a Tsi le sorprendió el ver a un individuo de baja estatura y un tanto regordete, carente de la musculatura y apariencia de atleta típica de tales funcionarios. Su semblante era como de alguien que estuviese pensando en las musarañas, despreocupado de lo que tuviera al frente de su nariz. No obstante, apenas él entró, un ambiente sepulcral se apoderó del lugar; los supervisores presentes bajaron la mirada, incluyendo su líder. Una del grupo osó despegar la vista del piso por un momento. Samir notó que el apenas llegado le envió una sonrisa, que cambió la expresión de ella en terror y volvió los ojos al suelo de inmediato. Al final, invadió la sala un sonido terso proveniente de la voz del arribado,

"Disculpen la tardanza, recién acabo de llegar de Crunjick. Nuestros movilizadores no son tan rápidos como los interpoblacionales y ya saben que con lo de las celebraciones, se han cancelado sus vuelos a estas horas para que sus trabajadores también se unan al festejo. En fin, ya estoy acá. ¿Son estos los extraños con quien debo conversar?"

IntentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora