Intento 93

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Yurusalem no sabía qué hacer, se sentía al borde de la desesperación. No, ya había pasado ese borde hacía rato: estaba dispuesta a hacer cualquier locura con tal de obtener alguna información acerca de su hija. Lo último que habían escuchado de Mandi fue que hacía seis días se había escapado, a duras penas, de ser atrapada por la Policía Internacional en el departamento del Dr. Czerwinski y, de allí, nadie había vuelto a saber de ellos. En su angustia, había considerado llamarlos para preguntarles qué sabían de su chica; mas esa misma mañana, recibió una carta de pésame por el deceso de su hija en el accidente del Mario, enviada por el director mismo de dicha Policía. Pero, entonces, ¿cómo podía ser que dos agentes de ellos fueran a buscarlos al departamento del Dr. Czerwinski, si aún creían que estaba muerta? Porque, según el doctor, tales agentes llegaron preguntando si él sabía algo de unos jóvenes en extremo peligrosos, mostrándole las fotos de Samir, Alex, Lasalo y Mandi. Después de registrar su departamento y asegurarse que ellos no se encontraban en los alrededores, se fueron y el doctor nunca los volvió a ver. Ni siquiera se dieron la molestia en indagar alguna información con respecto a Justicia Comercial, era solo hacia los muchachos en que fijaban su atención. No tenía nada de sentido inquirir por alguien que consideraban fallecido. Su esposo sospechaba que, a lo mejor, estos dos susodichos agentes no eran tales. Sin embargo, eso tampoco ayudaba a aclarar la cuestión, ¿quién otro podía estar interesado en ese grupo de muchachos? Yurusalem se hallaba agotada de dar vueltas al asunto en su cabeza.

"Mami, mira lo que he armado," demandó atención uno de sus pequeñuelos. "¡Es un edificio más grande que el de la compañía de arroz de Granvuilto!"

"Sí, mi cielo, está lindísima tu construcción," y ella recordó otra vez a Mandi y lo que había disfrutado ese viaje.

La mujer miembro de la JC aprovechó un día, que Naresh se llevaba a la tribu de niños a visitar el parque zoológico de Granvuilto, para ir a aquel negocio de arroz. Su intención era ver cómo podría convencerlos a que adoptaran el sistema de la cooperativa de Analucía o a utilizar precios éticos en sus productos. Por supuesto que le cerraron las puertas en las narices. No podía creer cómo pudo ser tan ingenua de pensar por un instante, que alguna de esas gigantes y poderosas instituciones podría virar sus políticas y unirse al sistema de comercio justo. Tal tipo de empresas  eran... ¡Eran la solución! ¿Cómo no lo había pensado antes? ¡Pero si era evidente! No fueron los de la Policía Internacional los que estuvieron buscando a Mandi y a los demás en el departamento del Dr. Czerwinski. Ahora no le cabía la menor duda, que se trataba de gente de las compañías; estas harían lo posible e imposible para evitar que la información que cargaba Alex fuera hecha pública.

Un misterio esclarecido, que lo único que consiguió fue aumentar el temor de una madre acerca del bienestar de su hija; era mil veces mejor que fuera la Policía Internacional quien supiera de ella o que la tuvieran, por lo menos aquella se hallaba obligada a informar a su familia acerca de su paradero y situación. Pero las compañías eran una amenaza mucho mayor, conociendo como conocía acerca de sus abusos y los malditos campos de producción.

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"¿Yurusalem? ¿Todo bien?" respondió Naresh en su librel cuando vibró dentro de su bolsillo.

Por lo general su esposa nunca lo llamaba al trabajo, a no ser que hubiera algún problema. Esta era la primera semana que él se había reintegrado al NatuArenas, después de haberse tomado unas jornadas libres por razón de duelo por la muerte de su hija. Fueron unos días terribles de simular una pena gigante frente a amigos mientras que, por otro lado, lo consumía la preocupación del escape de Mandi. A sus niños, menos a los mellizos bebés, los mandaron donde su hermana en San Eustaquio para evitarles pasar por eso. A ellos les dijeron, que el motivo era ir a festejar el cumpleaños de uno de sus primos; a su hermana, que les contarían lo ocurrido del accidente luego, con mayor calma, en el momento que terminasen de recibir los pésames. Por supuesto, sus chiquillos más que felices de ir, si bien sospechaban que eso del cumpleaños era una excusa para no tenerlos en casa. Su tía los trató mejor que nunca, sin embargo, no dejaba de verlos en forma extraña.

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