Intento 42

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Hoy va ser uno de esos días..., pensó Raymundo do Santos mientras se dirigía a la ex-oficina del Prof. Tochigi. En la mañana había tenido dos entrevistas con candidatos para reemplazar a Esteban, ninguno de ellos sería el futuro Director de Investigaciones Virales. El primero tenía un número impresionante de publicaciones, no obstante, después de la entrevista, Raymundo dudaba que hubiera sido capaz de escribir ni el título de alguna de ellas. Era muy probable que esta persona tenía a su cargo un buen número de ayudantes y que estos fueran los que llevaban a cabo el trabajo para él; una práctica más común de lo pensado dentro de la comunidad científica. El segundo aspirante demostró un conocimiento impresionante en lo referido a virus, pero resultó ser una persona tímida, de pocas palabras y ensimismada. Desempeñar el rol de director requería más que conocimiento, había cien mil y una cosas que coordinar y estar al tanto, ni qué decir del trabajo en equipo junto con interactuar con los miembros del área en todo momento. 

Mirando el lado positivo de las cosas, se dijo, por lo menos ya estoy seguro que no tendré problemas en decidir entre estos dos postulantes, tendrá que ser algún otro que cubra el puesto.

El director ejecutivo del del Van Leeuwenhoek tenía aún un par entrevistas más por hacer esa tarde, sin embargo, tuvo que cancelarlas al recibir un llamado de último minuto para una reunión extraordinaria con el Comité Directivo. No le comunicaron sobre qué iba a ser la charla, cosa usual si se trataba de algún asunto confidencial en extremo, que solo podía transmitirse en forma personal con los que hubieran tomado el Juramento del Silencio. A pesar de eso, él temía que en algún momento fueran a tratar el tema del reemplazo del Prof. Tochigi... También recordó, que durante la reunión anterior les había prometido presentarles el último informe del susodicho sobre una de sus investigaciones relacionada con evitar los efectos secundarios de vacuna contra la Malaria, utilizando una inmunización alternativa natural. Esteban nunca mandó el documento en cuestión, pero le había comentado que lo tenía listo en su computadora, que tan solo le quedaba editar el lenguaje para que fuera más claro y fácil de leer. Por tal motivo, Raymundo caminaba en esos momentos hacia la oficina que perteneció al Prof. Tochigi, tenía que buscar y mandar dicho reporte a los libreles de los miembros del Comité. Esa tarea no iba a ser tan sencilla, el referido científico no se caracterizaba por ser una persona muy ordenada con respecto a archivos. En contraste con la buena organización que demostró cuando director, do Santos sabía que tenía una manera única, por no llamarla desastrosa, en organizar sus documentos; solo el mismo Esteban le encontraba alguna lógica. 

Para rematar su buen día, no tenía ningunas ganas de tener que pasar por la bendita reunión extraordinaria porque entre ver que las cosas funcionaran bien en Investigación Viral, leer muchísimas aplicaciones para el puesto de Director del área y verificar que el Departamento de Investigación de Reproducción Viral funcionara sin problemas ante la ausencia de Isabel, no había tenido tiempo de hacer su propio trabajo, el que se estaba acumulando en forma exponencial. La reunión solo iba a ser otra pérdida de tiempo en sus prioridades. Esperaba tener la paciencia de poder sentarse a escuchar a los miembros del comité discutir y discutir por horas, asuntos que podrían resolverse en minutos. Solo lo consolaba la idea de poder ver la sonrisa encantadora de Samantha, que siempre iluminaba toda sala de reuniones del Van Leeuwenhoek.

Do Santos abrió la puerta de la oficina y se encontró viendo a Belinda Alegre frente a la computadora que perteneció a Esteban. Era una imagen extraña: ella estaba ataviada como siempre con su ropa de colorinches, acentuada por un arreglo de adornos de figurillas de pájaros enredadas en su peinado y el abundante maquillaje de su cara; mas su expresión era diferente a la de siempre...

"¡Raymundo, querido!" exclamó al verlo en la entrada, retomando su rostro la expresión usual que lo hacía ponerse de malhumor al aludido. "Qué maravillosa sorpresa encontrarte. ¿Qué andas haciendo por acá?"

"Me parece, más bien, que eso es justo lo que yo debería preguntarle," contestó él de manera seca.

"Preguntarte, Raymundo, preguntarte. Ya te he dicho mil veces que entre amigos íntimos uno se tutea."

Al recién llegado se le escarapeló el cuerpo de pensar que pudieran ser amigos íntimos..., no obstante, insistió en tono firme:

"Belinda, ¿qué estás haciendo en esta oficina usando la computadora del Prof. Tochigi?"

"Pero Raymundo, corazón, ¡si ya habíamos hablado de eso antes!" exclamó en tono asombrado la Alegre. "Como sabes, estoy tratando de ubicarlo para convencerlo de regresar al Instituto. Aprovechando que tenía que venir hoy para la reunión extraordinaria del Comité, decidí entrar a su antigua oficina para ver si había algún indicio de hacia dónde podía haberse ido."

"¿Y para eso tenías que ir a su computadora?"

"¡Por supuesto, querido Raymundo! Uno nunca sabe las cosas que otras personas guardan en estos aparatejos, a lo mejor algún dato puedo encontrar..."

"Pero, ¿cómo pudiste acceder si no tienes su contraseña?" preguntó él entre sorprendido e indignado que alguien pudiera acceder las computadoras no destinadas para uso público de los empleados.

"Trucos que una tiene."

"Eso no es posible, nadie puede entrar sin un permiso especial, ¡ni siquiera los miembros del Comité Directivo!"

"No te sulfures, Raymundo, no es para tanto. En vez deberías agradecerme que haga esto, es para el bien del Van Leeuwenhoek. Además, todavía no me has dado la razón por la que también tú te encuentras acá, travieso. Por más que quisiera, no creo que sea para saludarme porque no podías saber que yo estaba en este lugar," señaló en forma coqueta Belinda, mandándole un guiño de ojo al mismo tiempo.

"Necesito sacar el informe del Prof. Tochigi que prometí al Comité Directivo."

"¡Ah! Entonces tú también pensabas acceder a su computadora, ¿verdad? ¿Y cómo es que tú sí puedes y yo no? Malo, malo, malo," terminó diciendo ella, moviendo su dedo índice de un lado para otro a la altura de su cara.

"El Prof. Tochigi me dio su contraseña antes de salir para que yo pueda ingresar a sus informes de trabajo, eso es todo."

"Ahhh, si tú lo dices... Pero cambiemos de tema, ¿me tienes alguna noticia de la Dra. Simas? ¿A lo mejor ya te enteraste donde está con nuestro ex-empleado?"

"No tengo nada que informarte al respecto," contestó él en tono cortante.

"Ah, qué lástima. No importa, estoy segura que, de una forma u otra, terminaré encontrando al profesorcito." Y echando un vistazo a su reloj, "¡Ay, pero mira como vuela el tiempo cuando una está con alguien guapo e interesante! ¡Ya casi es hora de la reunión! No te preocupes del informe, precioso Raymundo, no creo que nadie tenga apuro en leerlo. Si lo mandas mañana, lo podremos discutir en la reunión rutinaria mensual."

En ese momento, Belinda alargó su mano invitando a que él la tomara. ¡Ni muerto le doy la mía para llevar del brazo a esta loca la reunión! pensó do Santos y haciéndose el que no había notado nada salió veloz de la oficina, pero por más rápido que caminó no pudo evitar que la Alegre hiciera el recorrido, casi trotando, a su lado. Realmente este es uno de esos días, se dijo.

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