Intento 133

49 17 23
                                    


 "No vamos a llegar a tiempo," susurró entre dientes Isabel, solo le quedaban cuarenta segundos para su encuentro acordado y utilizar el túnel de convergencia.

"Él no podrá partir sin ustedes," volvió a asegurarle por enésima vez Glo.

En esos momentos, se cruzaron con dos supervisores que se detuvieron para saludar al frodaleu, los que observaron con grandes ojos de asombro a sus acompañantes. Esos debían ser los seres que estaban buscando, nunca antes habían visto aquel tipo de criaturas.

"La situación se halla bajo control," les dijo el amigo de Fle con voz firme. "Me imagino han recibido sus órdenes de reportar su trabajo. No se preocupen con el informe, solo hagan saber al supervisor en jefe que ya están de regreso y tómense el tiempo libre para unirse a las celebraciones."

"Muchas gracias, frodaleu," respondieron los aludidos casi en coro, y se apresuraron a hacer lo que les habían indicado.

"Esperemos sean celebraciones de verdad..." murmuró para sí mismo Glo, que ahora se sentía convencido por completo del inminente peligro que todos corrían.

A Isabel le pareció reconocer al par de supervisores, ¿no eran los mismos que se encontraban vigilando la entrada del túnel de convergencia? Pero resultaba difícil afirmarlo con seguridad; aún no distinguía bien a la gente de Je-Mor, en especial si vestian un uniforme idéntico y utilizaban un mismo color de piel. Sin embargo, parecían ser de la misma estatura y ella tenía una memoria fotográfica con las personas... Se detuvo en seco: tratando de decidir si ese dúo era con quien Esteban debía enfrentarse, se había distraído durante camino. Ahora, al levantar la mirada, tenía la imagen que tanto temía no iba a poder ver más en su vida,

"¡Esteban!" gritó, y corrió de inmediato hacia él.

El científico la recibió con una sonrisa gigantesca y la tomó en sus brazos.

"Isabel," le murmuró al oído.

"¿Estás bien? ¿Y los dos que cuidaban por acá?"

"Justo cuando yo me acercaba a ellos, se fueron de lo más apurados, saludándome rápido sin verme. ¡Ni me dieron la oportunidad de practicar mis golpes!" contestó él de buen humor.

De pronto percibieron la presencia del resto, que ya les habían dado el alcance. Esteban tensó su cuerpo al notar que se hallaban acompañados por un frodaleu.

"Es Glo, no te preocupes, él nos está ayudando," explicó Isabel.

"Entonces, tal vez nos puede decir cómo abrir esto," sugirió su pareja, apuntando a la pared sólida que tenía al frente. "He estado tratando de hacerlo con la llave de tu abuelo, Tsi, pero nada. He pateado y golpeado no sé cuántas veces, sin ningún resultado. No sé qué más hacer."

"¿Por qué no intentas de nuevo?" sugirió Glo con una sonrisa en tanto que desconectaba un artilugio invisible en la pared que la transformó, por fin delatando una puerta con unas cuantas magulladuras, resultado del tratamiento que Esteban le había impuesto.

"Necesito una llave o algo, ¡ya les he dicho que no se quiere abrir!" repuso él frustrado a lo sumo.

"No te preocupes, ahora estamos aquí," intervino Samir, "esta vez sí va a funcionar."

"Ya pues," claudicó el científico, "pero van a ver que no estoy loco. Esta maldita puerta no quiere separarse ni un milímetro de la pared, está completamente cerrad..."

Él no prosiguió porque mientras les andaba reiterando la imposibilidad de abrirla, el frodaleu había tomado el mango de la problemática puerta que, para su enorme sorpresa, inició a moverse.

IntentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora